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10 de noviembre de 2024

DOMINGO XXXII TIEMPO ORDINARIO

MARCOS 12, 38-44

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“YO LES ASEGURO QUE ESA POBRE VIUDA HA HECHADO EN LA ALCANCÍA MÁS QUE TODOS”

Entramos en la trigésima segunda semana ordinaria de este año litúrgico con el mensaje de los versículos treinta y ocho al cuarenta y cuatro del capítulo doce del evangelio de Marcos donde podemos rezar y reflexionar a partir de dos preguntas provocativas, que son: ¿cómo nos presentamos delante del Señor y qué ofrecemos a él? Primeramente, en el evangelio de este domingo Jesús hace una alerta para que no practiquemos una religión sin sentido espiritual, sin amor a Dios y a los hermanos, de carácter meramente personal, con deseo de exaltar a nosotros mismos nos poniendo arriba de los demás y dando destaque a nuestra propia persona como hacían los grupos farisaicos. Los escribas que eran personas de fuerte influencia social debido sus conocimientos de la ley, la política, la religión y toda la dinámica que formaba la realidad del pueblo de Israel se ponían como las personas más importantes de la sociedad y tenían actitudes que generaba falsedad, exclusión y mala interpretación de Dios, lo que más serbia para confundir la mente de las personas.

En esa situación Jesús habla a sus seguidores: “Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplios ropajes y recibir reverencias en las calles; buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes”. Esa advertencia de Jesús no se puede entender apenas como una crítica a la soberbia y orgullo de los escribas, pero sí a partir del entendimiento de como esas personas buscaban instituir la fe junto a la gente. La intención de Jesús es concientizar a todos que la religión de la fe en Dios no se debe constituirse con niveles de supremacía social o alguna división cualquiera, la verdadera religión de la fe en el Dios de la vida se establece por la unidad de hermanos y la entrega al Señor en la certeza que su gracia nos sostiene.

En contraste con esas actitudes de los escribas y demás miembros del grupo farisaico, también tenemos relatado en la mensaje la acción de una mujer viuda que junto a los que depositaban grandes ofrendas al altar del Señor ella solamente puso dos monedas de pequeño valor, es importante que tengamos en mente como las viudas eran clasificadas en la comunidad religiosa del tiempo de Jesús, debido al patriarcalismo que resultaba también en machismo la gente miraba las viudas con total sentimiento de exclusión lo que hacía ser mujeres ampliamente desechadas de la sociedad religiosa. Esa condición de la mujer viuda hizo que Jesús en su bondad y misericordia la mirara con amor, Jesús se percató que ella llegó delante al altar no para dejar una ofrenda como la de los ricos destinada a la institución que era el templo, la ofrenda de la viuda era de su vida, no importaba el valor de las monedas y sí su fe, su esperanza y confianza en Dios. Todo lo que ofertamos a Dios de corazón sincero y basado en la confianza en él tiene gran valor, así Jesús justifica la ofrenda de la mujer cuando dijo: “Yo les aseguro que esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos” La enseñanza de Jesús en este evangelio nos orienta a tener una vida de fidelidad a Dios ofreciendo a él nuestra vida, nuestra historia y todo lo que somos con alegrías, tristezas, dolores, angustias y realizaciones.

En la primera lectura tenemos un bonito mensaje que se alinea con el evangelio y refuerza la esperanza de los que creen en Dios, en el capítulo diecisiete del libro de los Reyes versículos del diez al dieciséis el profeta Elías que caminaba para Sarepta tenía sede y hambre y al pedir ayuda a una viuda esta tuvo miedo de quedar sin alimento para ella y su hijo, pero Elías profetizó que por compartir el alimento este no se agotaría y así se pasó(Re.17,10-16). El salmo evoca la confianza en el Señor con la oración que dice “El Señor siempre es fiel a su Palabra” (Sal.145). La segunda lectura sigue dando destaque a Jesús como sumo sacerdote, y subraya también sobre la parusía, segunda venida de Cristo porque los que confían su vida al Señor se liberarán de los pecados porque pusieron en él la esperanza (Heb.9,24-28). Que al celebrar la eucaristía de este domingo tengamos el ejemplo de la viuda y entremos en la trigésima segunda semana ordinaria con el deseo verdadero de ofrecer a Dios toda nuestra esencia humana y todo nuestro ser para llenarnos de esperanza en la gracia y en el amor divino que encontramos en Jesús.

 

 

      

   Padre Marcelo Oliveira, SVD – Nicaragua

3 de noviembre de 2024

DOMINGO XXXI TIEMPO ORDINARIO

MARCOS 12, 28-34

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“AMARÁS AL SEÑOR, TU DIOS, CON TODO TU CORAZÓN, CON TODA TU ALMA, CON TODA TU MENTE, CON TODO TU SER”

La liturgia de este trigésimo primer domingo ordinario nos enseña que hay una relación esencial entre el amor que debemos tener a Dios y el amor a los hermanos. Nuestra espiritualidad cristiana debe sostenerse en el sentido de que toda forma de manifestación de fe y esperanza en Dios debe fundamentarse en el amor, porque en eso se define toda nuestra unidad junto a los misterios de la vida de Jesús. El seguimiento al Señor está comprendido en el hecho claro que es por amor que Dios se ha revelado al mundo, es por amor que Jesús vive y cumple su misión junto a la humanidad, es por amor que Jesús nos transmite su evangelio, es por amor que Jesús se entregó en la cruz, entonces la historia y la presencia de Jesús en el mundo se define en amar. Si así es, todo lo que está ligado a Jesús tiene como principio básico la práctica del amor. La perfección de Dios presente en toda la creación representada en los elementos naturales fundamentales para la vida refleje para nosotros el infinito amor de Dios.

La persona que preguntó a Jesús sobre el primero de todos los mandamientos era un escriba alguien que tenía conocimiento de la realidad de la vida y del mundo, los escribas eran considerados los intelectuales, profesores, investigadores, formadores de opiniones. La respuesta de Jesús enseña al escriba y a todos nosotros que en reciprocidad lo que recibimos de Dios, somos invitados a la búsqueda de la plenitud del amor, con la conciencia de que todo lo que somos debe ser presentado al Señor en alabanza y reconocimiento de su grandeza y acción en nuestra existencia. Saber que Dios es nuestro único Señor y amarlo de todo corazón, con toda el alma, toda la mente y de todo nuestro ser indica que toda nuestra realidad existencial constituida en nuestro pasado, presente y futuro debe estar direccionada para Dios. Direccionar nuestra vida a Dios es estarnos comprometidos con Cristo por medio del acogimiento sincero a su evangelio y por esa inspiración amar al prójimo y defender la dignidad y la libertad de todos. esa es la gran razón que nos hace vivir como hermanos en amor a Dios a los demás estando todos cerca del Reino de Dios. 

Tradicionalmente los judíos entendían que la manifestación de fe en Dios se basaba a través de sacrificios ofrecidos al Señor lo que hacía sentir la fuerza y gracia de Dios, pero al recibir la enseñanza de Jesús el escriba tiene aclarado el verdadero camino hacia Dios y pasa a comprender la verdad revelada por Cristo, amar a Dios y a los hermanos resume toda nuestro deseo de estar con Dios y vivir por él y así tener la cercanía al reino formado por los dones divinos donde permanece la alegría sin fin. En la primera lectura tenemos el mensaje del libro de Deuteronomio que nos orienta a guardar y poner en práctica los preceptos y mandatos del Señor para que seamos felices. El salmista nos ayuda a reconocer la fuerza de Dios en nuestra vida por la oración de acción de gracias donde expresa su amor al Señor sabiendo que él es refugio, salvación y protección. La segunda lectura sigue con los mensajes de la carta a los Hebreos en que el autor nos habla de la naturaleza del sumo sacerdote, la misión sacerdotal es anunciar en nombre de Dios, entonces Jesús es el sacerdote eterno por ser la propia revelación del Dios encarnado para la vida y salvación del mundo. Por la eucaristía de este domingo podamos entrar en la trigésima semana ordinaria de nuestra caminada de fe con el ánimo renovado para fortalecer todavía más nuestro amor a Dios que nos hace amar también a los hermanos y vivir cerca del Reino de Dios a ejemplo del escriba en el dialogo con Jesús.   

 

 

 

Padre Marcelo Oliveira, SVD – Nicaragua

2 de noviembre de 2024

CONMEMORACION DE LOS FIELES DIFUNTOS 

JUAN 6,51-58

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“YO SOY EL PAN VIVO QUE HA BAJADO DEL CIELO; EL QUE COME DE ESTE PAZ VIVIRÁ PARA SIEMPRE”

En este día dos de noviembre la Iglesia unida en fe y esperanza en la vida eterna confiada a la misericordia de Dios revelado en Cristo Señor y salvador del mundo celebra la eucaristía en recuerdo por los que ya concluyeron su caminada en el mundo y ya están de regreso a la casa de Dios en cielo. La celebración de este día tiene el propósito de profundizar nuestra vida de esperanza en Dios por las enseñanzas de Jesús de que la vida pertenece a Dios de él venimos y para el vamos a volver porque es donde él está que es la verdadera vida. El evangelio de hoy es un mensaje de la parte final del discurso de la paz de la vida presente en el capítulo seis de Juan en que Jesús habla a los judíos que quien se alimenta de él vivirá para siempre. La vida cristiana tiene su naturaleza en la resurrección de Jesús, así comprendemos que por más que la muerte sea una realidad en el mundo todos que son alimentados por Cristo caminan para la resurrección.

A través de la Eucaristía pertenecemos al Señor y él pasa a habitar en nosotros. Quien se alimenta del Cuerpo y la Sangre de Cristo se vuelve como Él y manifiesta su poder y gloria en el mundo a través de la experiencia del amor. Sin embargo, para que podamos tener esta santa unidad con Él, necesitamos literalmente alimentarnos del Cuerpo y la Sangre de Jesús. A pesar de nuestra humanidad caída que muchas veces cuestiona lo que todavía no entendemos, necesitamos abrazar y encarnar la Palabra de Jesús cuando dice: "Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”, los efectos de esa comunión con la historia de Cristo percibimos claramente en nuestra vida y que hace que nunca dudemos de la verdad de Dios para nosotros que es su misericordia para nuestra salvación. La eternidad comienza aquí en el mundo y consiste en experimentar el poder amoroso de Dios operando en nosotros a través de Jesucristo, el pan vivo que desciende del cielo por el poder del Espíritu Santo.

Si la muerte es una realidad en nuestra vida, debemos saber que Jesús también es una realidad en la historia del mundo, su gran hecho fue vencer la cruz para revelar al mundo de que en Dios la vida es fuerte, vencedora. Así, alimentados en Cristo estamos preparados para la resurrección junto de Dios y no para muerte.  En la certeza de la vida eterna junto a Cristo en la gloria de Dios la liturgia de la Palabra de esta celebración nos presenta primeramente el mensaje del profeta Isaías(Is.25,6.7-9) que nos anima con sus palabras de esperanza cuando dice que el Señor destruirá la muerte y enjugará todos los rostros. En el salmo(Sal.129) tenemos la súplica que clama al Señor para que escuche nuestra oración, que tengamos el deseo de siempre presentar a Dios nuestras oraciones en la certeza que él nos atenderá. La segunda lectura el apóstol Pablo en la carta a los Tesalonicenses (4,13-14.17-18) nos orienta a no ser ignorantes sobre lo que pasa con los difuntos y que no vivamos tristes porque sabemos que Cristo murió y resucitó así debemos consolar unos a otros. Que la fiesta eucarística de en recuerdo a los fieles que ahora contemplan la gloria divina en el cielo fortalezca nuestra esperanza no amor misericordioso de Dios y nos haga caminar verdaderamente para la feliz resurrección. 

 

 

   Padre Marcelo Oliveira, SVD – Nicaragua

27 de octubre de 2024

DOMINGO XXX TIEMPO ORDINARIO

MARCOS 10,46-52

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“!ÁNIMO! LEVÁNTATE, PORQUE EL TE LLAMA”

Llegamos a la trigésima semana ordinaria de la liturgia de la Iglesia inspirados en el mensaje de la parte final del capítulo diez del evangelio de Marcos donde por la experiencia del ciego de Jericó podemos ver la verdad y conocer el camino de la vida en la plenitud del amor y de la paz. Seguir a Cristo es estar en el camino de Dios, al salir de Jericó Jesús se pone a camino junto a sus discípulos y una gran multitud, el ciego Bartimeo que estaba al borde del camino pidiendo limosna al oír que Jesús pasaba clama por su compasión. En los relatos bíblicos, la figura del ciego puede tener diferentes interpretaciones, como la exclusión, la incapacidad de comprender una realidad, la dificultad de conocer algo o también la imposibilidad de una mirada de futuro en el horizonte de la vida. Todo eso son direcciones de pensamiento que el ciego de Jericó puede representar a nosotros.

El hecho del ciego estar en el borde del camino indica que por alguna razón estaba impedido de contemplar la luz de la verdad que trae ánimo, esperanza y alegría a una persona. Hay una bonita enseñanza que dice que “el sentimiento nos lleva al conocimiento” comprendamos que cuando dijeron al ciego que Jesús pasaba cerca donde él, ha sentido una fuerza que o provocó a desear conocer al Señor y así suplicó a Cristo su compasión. El seguimiento a Jesús se hace por la condición de identificar en él la luz de Dios que clarea el horizonte de nuestra vida, el deseo del ciego Bartimeo era conocer la luz y contemplar la verdad que tras plenitud a la existencia humana. Y así exactamente se pasa, la acción milagrosa de Jesús hace el hombre ver la luz de Dios y conocer el amor, la verdad, la justicia, la libertad y la paz. Los discípulos en principio tienen una actitud paradojal, a la vez que escuchan la súplica del ciego tienen la intención de reprimirlo, pero por la naturaleza acogedora el ciego es llamado por Jesús para venir donde él.

Al que parece ser una experiencia de conversión por la obediencia de Cristo, los discípulos dicen al ciego “! ánimo!, levántate porque él te llama”, por el entusiasmo de ser llamado por Jesús el ciego Bartimeo quita su manto salta de alegría y llega hacia el Señor y escucha de él “qué quieres que haga por ti?” con la respuesta del ciego de querer ver, Jesús dijo a él “vete, tu fe te ha salvado” con la acción y la enseñanza de Jesús el hombre pudo ver y ponerse a camino con el Señor. La fe verdadera en la fuerza divina de Jesús nos libera de los males y de la ceguera que el mundo nos impone y que nos impide de ver y conocer la verdad que ilumina nuestra historia. Que tengamos el mismo deseo del ciego Bartimeo de ver, conocer y contemplar la luz de Dios en medio las tinieblas de nuestra vida y así ter el ánimo de ponernos a camino con Cristo. En la primera lectura, el profeta Jeremías invita al pueblo del exilio de Babilonia a no perder la fe en Dios y así refuerza la esperanza en la feliz liberación (Jr 31,7-9). El sentido de esperanza también está expresado en el salmo que dice “grandes cosas has hecho por nosotros, Señor” (Sal.125). En la segunda lectura, el mensaje de la carta a los hebreos nos invita a ver en Jesús al sumo sacerdote que se compadece de nosotros y nos salva, orientándonos a vivir en una comunidad capaz de compadecerse de las miserias de las personas. Que la liturgia de este último domingo del mes de las misiones nos ayude a ver la luz de Dios y por esa luz podamos caminar con Cristo como discípulos y misioneros de la verdad que anuncian y promueven los elementos que llevan a la salvación de la humanidad. 

 

 

      

 

   Padre Marcelo Oliveira, SVD – Nicaragua

20 de octubre de 2024

DOMINGO XXIX TIEMPO ORDINARIO

MARCOS 10,35-45

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“EL HIJO DEL HOMBRE, QUE NO HA VENIDO A QUE LO SIRVAN, SINO A SERVIR Y A DAR SU VIDA PARA LA REDENCIÓN DE TODOS”

El vigésimo noveno domingo del tiempo ordinario de este año coincide con el penúltimo domingo del mes de octubre cuando la Iglesia celebra el día mundial de las misiones. Siguiendo el ordo litúrgico ordinario del ciclo B que estamos celebrando tenemos el mensaje del capítulo diez del evangelio de Marcos en que Jesús al responder al pedido de los apóstoles Santiago y Juan enseña a todos los discípulos y demás personas que por la fe se reconocen los seguidores de Cristo. que el discipulado que constituye la misión cristiana no se establece por privilegios, pero sí en la entrega al plan divino de formación del Reino donde la base fundamental es la justicia y la paz según una vida de esperanza en Dios y comunión de amor entre hermanos.

La vida de fe al contrario de lo que piensan muchas personas que de manera exagerada expresan una espiritualidad cristiana que más busca juzgar y condenar a los otros, no es razón de pensamiento de que Dios tiene predilección de personas solamente por sus intensos momentos de oración o disponibilidad de tiempo dedicado a contemplación del Señor oh hasta la misma lectura vacía de la Biblia. El verdadero discípulo se acerca a Dios por la búsqueda profunda del entendimiento de los misterios de Cristo a través de la entrega a la misión divina por la inserción y aceptación en el camino cristiano. Jesús primeramente contesta a Santiago y Juan diciendo que ellos no saben lo que dicen. Por más que ellos tenían alguna idea de los desafíos de seguir a Jesús al afirmar en que iban a pasar la prueba que el Señor debería pasar que era el sufrimiento de la condenación, ellos no sabían de la dimensión escatológica de la entrega al plan divino revelado en Cristo.

El bautismo referido por Jesús nos es el que recibimos con el agua referente al que el recibió el Señor a través del profeta Juan en el Jordán, pero sí al misterio de la total entrega a Dios y su misión que resultaría en la condenación de Cristo en la cruz y que consecuentemente los discípulos del Señor también estarían sujetos a sufrir. No le toca a Jesús definir el futuro divino de cualquiera, esto se reserva a los que comprenden el sentido de vida como don de Dios, que es entregarse en favor del Reino por el acogimiento de la verdad revelada en Cristo. El deseo de Santiago y Juan enojan a los demás discípulos, Jesús para evitar la división entre ellos explica la naturaleza del discipulado que no es formada por relación de poder sobre todo opresor y dominador como muchos sistemas de gobierno de las naciones. La fuerza y el poder de los discípulos de Jesús son constituidos en la unidad de servicio para la dignidad de todos.

Esta enseñanza se resume en las propias palabras de Jesús al decir: “el que quiera ser grande entre ustedes que sea su servidor, el que quiera ser el primero, que sea esclavo de todos” Jesús nuestro gran Maestro y Señor no vino al mundo con ganas de poder y dominación, la venida del Señor tiene la única razón de conducirnos por la verdad divina que nos hace contemplar en las tinieblas del mundo la luz de Dios que aclara nuestra vida. Ser discípulo del Señor no es contemplar su poder y vivir su delicia de carácter individualista, pero estar entregado a él para servir y no ser servido y hacer que todos reciban la redención que viene de Dios por la vida de Jesús, “el Hijo del hombre, que no ha venido a que lo sirvan, sino a servir y a dar su vida por la redención de todos”.

En la primera lectura el profeta Isaías, en el conjunto de cánticos del siervo sufriente, retrata la vida del pueblo exiliado de Babilonia, en una época de sufrimiento y duras pruebas. Isaías destaca que este personaje corporativo debe cumplir la voluntad del Señor (Is.53,10-11). En el salmo tenemos la oración suplicante para que el Señor sea bondadoso con nosotros (Sal.32), pero si buscamos la bondad del Señor se hace justo dignificar nuestro pedido a Dios viviendo en bondad mutua. En la segunda lectura, el autor de la carta a los Hebreos (4,14-16) nos hace comprender que Jesús es el eminente sumo sacerdote, que, en su trono de gloria, manifiesta la misericordia y la justicia de Dios. Que la eucaristía de este domingo en que celebramos el día mundial de las misiones fortalezca en nosotros el propósito de vivir la verdadera fe donde la confianza en Dios nos ponga al camino de Cristo y tengamos la grandeza de ser dignos discípulos del Señor y que la Iglesia universal sea en verdad misionera y promotora del Reino de la unidad, la libertad, la justicia y la paz.  

 

 

Padre Marcelo Oliveira, SVD – Nicaragua

13 de octubre de 2024

DOMINGO XXVIII TIEMPO ORDINARIO

MARCOS 10,17-30

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“QUÉ DIFÍCIL LES VA A SER A LOS RICOS ENTRAR EN EL REINO DE DIOS”

La enseñanza de Jesús presente en el evangelio de este vigésimo octavo domingo ordinario nos hace una provocación para reflexionar respecto de lo que está en primer lugar en nuestra vida, la riqueza en Dios o la riqueza en el mundo. El seguimiento a Jesucristo constituye una vida en la plenitud del amor divino donde la paz, la fraternidad y la libertad entre las personas establecen la verdad. Una persona llega corriendo hasta Jesús y se pone de rodillas lo que expresa su reconocimiento sobre la grandeza del Señor, y entonces pregunta a él: “Maestro bueno, que debo hacer para alcanzar la vida eterna”, Jesús le contesta haciendo referencia a la naturaleza de Dios que es la bondad “Solo Dios es bueno”. El alcance de la vida eterna pasa por un camino de bondad el cual debemos insertar nuestra historia inspirándonos en Jesús.

Los diez mandamientos eran considerados por los judíos como señal de la alianza con Dios y así fundamento de fe, el hombre que buscó a Jesús ciertamente era un judío que seguía los preceptos religiosos porque ante la orientación de Jesús para practicar los mandamientos él dijo al Señor que ya lo cumpliera. Jesús entonces le propone un gran desafío, entregarse totalmente a Dios y dijo a él: “una cosa te falta: ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos”. Aquí tenemos más una expresión bíblica que debemos poner atención para que no caigamos en una interpretación meramente literal de que se ha dicho por Jesús. La enseñanza cristiana da este mensaje se centra en el sentido de que no se puede alcanzar la riqueza divina si estamos apegados a la riqueza material.

El camino de la vida eterna es el seguimiento a Cristo por la fe y esperanza en Dios, así lo que hace Jesús al hombre es una invitación para que se desapegue de la riqueza material conquistada con dinero, para vivir la riqueza divina formada por el más puro sentimiento de amor al prójimo. El hombre se va triste porque era muy rico, Jesús entonces mirando al rededor suyo dijo a los discípulos: “como es difícil para un rico entrar en el Reino de los cielos”. Para entrar en el Reino de los cielos se necesita vivir la verdad de Dios, por medio de la entrega incondicional a él. La esencia de esa entrega está en el amor, la caridad, la solidaridad y en el respeto a las diferencias y sobre todo la cercanía a los más necesitados. Quien no se abre a esa dinámica de una vida en comunión con Dios por el discipulado a Cristo no es capaz de mirar la luz de la vida eterna, en respecto a eso Jesús utiliza una hipérbole de un camello para simbolizar la dificultad de un rico comprender la lógica del Reino de Dios. Los discípulos no comprenden claramente las palabras de Jesús y nuevamente le preguntan sobre quién podrá alcanzar la salvación, el Señor en resumen les contesta que los que ponen en primer lugar en la vida, al propio Jesús y su misión por el evangelio, mismo que tendrán que renunciar a algunas particularidades serán inmensamente recompensados y en el mundo futuro gozarán de la vida eterna. Jesús también considera la condición humana en su tendencia de querer siempre la riqueza material y los placeres del mundo y así ofrece la debilidad de los hombres de la tierra a Dios lo cual “todo es posible”.

La primera lectura (Sab.7,7-11) nos inspira a vivir por el espíritu de la sabiduría, ya que sólo esta virtud puede traernos paz, alegría y satisfacción en la vida. El salmista nos invita a la búsqueda de la alegría cotidiana viviendo y compartiendo el amor a Dios en todas las circunstancias (Sal.89). En la segunda lectura, el autor de Hebreos (4,12-13) nos desafía a comprender la Palabra de Dios como una realidad viva y eficaz, que nos hace experimentar sus efectos de justicia y paz. Que entremos en esta vigésima octava semana litúrgica con en profundo deseo de tener una vida en primer lugar para Dios, siguiendo a Jesús y comprometidos con su Santo evangelio. Que esta eucaristía nos haga comprender que el sentido de nuestra existencia está en la comunión con Dios por el amor a los hermanos sirviendo a Cristo.  

 

 

 

       Padre Marcelo Oliveira, SVD – Nicaragua

6 de octubre de 2024

DOMINGO XXVII TIEMPO ORDINARIO

MARCOS 10,2-16

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“MOISÉS PRESCRIBIÓ ESTO, DEBIDO A LA DUREZA DEL CORAZÓN DE USTEDES”

La intención de los fariseos, principal grupo que negaba a Jesús, fue siempre ponerlo en situaciones difíciles para tener motivos para juzgarlo y condenarlo por actitudes contrarias a lo que consideraban valores religiosos judíos. En un primer punto, el mensaje evangélico de este domingo de la vigésima séptima semana ordinaria nos presenta una provocación hecha por los fariseos a Jesús respecto a la legalidad del divorcio. Siempre que hablamos de cualquier relación entre hombres y mujeres en la comunidad judía de la época de Jesús, debemos tener presente la condición de exclusión y degradación de las mujeres en comparación con los hombres. Debido al machismo religiosamente establecido entre el pueblo judío, el divorcio estaba respaldado por una ley que daba al hombre motivos para despedir y divorciarse de su esposa por cualquier motivo.

Para responder a los fariseos, Jesús les interroga sobre lo que ordenó Moisés, debemos entender la figura de Moisés en el contexto de este mensaje no en una línea profética, sino como el centro de la ley. Así, por la ley atribuida al modo de interpretar los mandamientos de Moisés existía una justificación religiosa para el divorcio. Entonces, la respuesta dada por Jesús proviene de la profundidad del amor divino que nos revela, el permiso del divorcio según el decreto asociado a Moisés resulta de la dureza del corazón de los hombres incapaces de aceptar el amor de Dios que nos hace vivir el respeto, unidad y paz. Mientras los fariseos veían la ley con los ojos del mundo, Jesús la veía con los ojos de Dios. Si la ley para los fariseos estaba condicionada por la voluntad del mundo, la ley según Jesús estaba establecida según el deseo de Dios. Lo que enseña Jesús en este choque con los fariseos es la idea original del matrimonio dentro de la gracia divina, que es el alejamiento del entorno de los padres para construir otra historia basada en la unión con otra persona siendo una sola carne, donde no hay división ni dominación de una de las partes, sino que se basa en la mutua comunión de amor, respeto y libertad entre ambos.

En la primera lectura tenemos un aporte del mensaje evangélico del relato de la creación en el capítulo dos del Génesis en el que dice que no es bueno que el hombre viva en soledad, y después de formar y habitar la tierra Dios formó a la mujer de la costilla del hombre para que en la experiencia de comunión y compartir constituyeran una sola carne que sería historia (Gen.2,18-24). El salmista nos invita a acoger los mandamientos de Dios, porque nuestra felicidad consiste en temer al Señor y caminar por sus sendas (Sal. 127). La segunda lectura, además de añadir el significado de la primera lectura y los salmos, el autor de la carta a los Hebreos nos lleva a una profunda reflexión sobre los misterios de nuestra existencia, que se justifica por el honor y la gloria a Jesús que por el sufrimiento de su muerte tenemos la salvación que viene de Dios (Heb.2,9-11).

El evangelio termina con el informe de que la gente trajo niños a Jesús para que pudiera tocarlos, pero los discípulos intentaron detenerlos. Jesús les advierte que no impidan que los niños se acerquen a él. Los niños en el texto del evangelio indican dependencia, debilidad y necesidad de cuidado, atención y apoyo. El Reino de Dios está formado precisamente por estas personas que reconocen su pequeñez y debilidad humana ante la grandeza de Cristo, de modo que también nosotros tenemos inmensas ganas de estar con Nuestro Señor y ser tocados por él y vivir en su Reino donde la libertad Se contempla paz y amor. Que la celebración eucarística que abre esta vigésima séptima semana de nuestra liturgia ordinaria suavice nuestros corazones para la comprensión de la comunión fraterna y que el amor y el respeto mutuos formen la ley del camino de nuestra vida.

 

   Padre Marcelo Oliveira, SVD – Nicaragua

29 de septiembre de 2024

DOMINGO XXVI TIEMPO ORDINARIO

MARCOS 9,38-43.45.47-48

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“QUIEN NO ESTÁ CONTRA NOSOTROS ESTÁ A FAVOR NUESTRO”

Estamos en los últimos días del mes de la Biblia, el libro sagrado que nos cuenta la manifestación de la bondad de Dios en la historia de la humanidad y la Iglesia, a través del mensaje de este domingo, nos llama a promover el bien. La pequeña recopilación entre los versículos treinta y ocho y cuarenta y ocho del capítulo nueve de Marcos con la que la liturgia abre la vigésima sexta semana ordinaria nos muestra que los discípulos prohibían a un hombre realizar un trabajo en el nombre de Jesús. El hombre inspirado por Jesús estaba expulsando demonios, lo que indica liberación del mal. Los discípulos se molestaron porque el hombre no pertenecía a su grupo y lo prohibieron. Cuando le dijeron a Jesús que le habían prohibido al hombre realizar tal actividad, el Señor les advirtió, pidiéndole que no se lo prohibiera porque nadie hace nada en su nombre para luego criticarlo e hizo una expresión indirecta a los fariseos, maestros de la ley y otros grupos que no reconocían su poder diciendo: “el que no está contra nosotros, está a favor nuestro”. Dios encarnado en Cristo es la revelación del amor supremo, el bien supremo, por eso todo lo que se hace inspirado en Jesús resulta un verdadero bien para todos y en liberación de los males del mundo.

El Bien Supremo es una expresión muy conocida en la filosofía, especialmente en Aristóteles y Kant, que significa el bien más grande, es decir, la esencia de la vida que toda persona debe buscar primero. Así, la fe nos da la certeza de que Dios revelado por Cristo es el bien más grande presente en el mundo, el mayor bien para nosotros que contemplamos a Jesús como nuestro Señor porque él es la revelación divina, es Dios mismo junto a nosotros. A través de este entendimiento, podemos saber que el discipulado de Jesús consiste en hacer el bien sin distinción porque hacer el bien está en la naturaleza de seguir al Señor. Todo lo que hacemos o practicamos de alguna manera regresa algo a nosotros, todo bien es una acción de amor y la vida llevada en la dinámica del amor nos ofrece como recompensa bondad, respeto y felicidad. La pequeñez de los que se entregan por el anuncio de Cristo trae la definición de que la verdadera grandeza está en el Señor y no en nosotros, el verdadero discípulo no es aceptado por el mundo y es escandalizado, por eso Jesús da una fuerte advertencia a quienes escandalizan a los pequeños que están dispuestos a promover el Reino a través de su compromiso con el evangelio.

La humanidad se encuentra dividida en dos condiciones, los que promueven el mal por el dominio de los demás y los que promueven el bien a través del amor, la justicia y la paz. El hombre relatado en el evangelio estaba al servicio del bien porque reconoció a Jesús, la negación del mal es parte de la naturaleza cristiana, la expresión “causa del pecado” usada por el Señor en el evangelio se refiere al principio del mal que debe ser combatido con la intención de eliminar todo lo que afecte negativamente a la expansión del bien. La primera lectura del libro de Números nos enseña que la inserción en el plan salvífico de Dios proviene del Espíritu del Señor que nos coloca en comunión profética sin sentimientos de división (Núm. 11,25-29), el salmista nos ayuda a nutrirnos en el amor divino por la bondad mutua porque los mandamientos de Dios nos traen alegría (Sal.18), en la segunda lectura el apóstol Santiago provoca a quienes usan sus privilegios como causa de división, que humillan a los más pobres con su poder y no se preocupan por el compartir, la unidad y el bien común entre hermanos (Stgo. 5,1-6). Que la comunión eucarística de este vigésimo sexto domingo ordinario nos acerque unos a otros para que fortalezcamos la unidad en el propósito divino de compartir el bien que Dios pone en nuestros corazones. Que la Palabra de Dios presente en el Libro Sagrado que celebramos a lo largo de este mes sea siempre la luz para que la humanidad conozca el verdadero bien.

 

 

   Padre Marcelo Oliveira, SVD – Nicaragua

22 de septiembre de 2024

DOMINGO XXV TIEMPO ORDINARIO

MARCOS 9, 30-37

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“SI ALGUNO QUIERE SER EL PRIMERO, QUE SEA EL ÚLTIMO DE TODOS Y EL SERVIDOR DE TODOS”

El cristianismo verdadero tiene en su esencia una característica especial que es por la vivencia de la fe y de la esperanza en Dios servir uno al otro en un compromiso de amor entre hermanos inspirados en las enseñanzas de Jesucristo. En el mensaje del evangelio de este vigésimo quinto domingo ordinario el evangelista Marcos deja claro que el mesianismo de Jesús que ilumina nuestro camino de discípulos se constituye por el servicio. Por la travesía de Galilea Jesús seguía enseñando sus discípulos, él no quería que nadie supiera porque esas enseñanzas confrontaban con las orientaciones de los líderes religiosos judíos sobre todo los maestros de la ley y fariseos que además de no acoger a Jesús también miraban a los discípulos como una amenaza.

Jesús dejaba claro a los que le seguían que su destino era la condenación por los poderosos del mundo, que sufriría la muerte, pero seguiría vivo junto a nosotros y su Resurrección probaría que el proyecto de amor y misericordia divina revelado por Cristo no se termina porque el poder de los hombres no supera la fuerza de Dios. Los discípulos no comprendían las palabras de Cristo, imaginaban que el poder del Señor tenía la misma naturaleza de la fuerza mundana y así durante la caminada hacia Cafarnaúm discutían entre ellos quien sería el más importante seguidor del Señor. Al llegar a la casa Jesús al saber de la inquietud de sus discípulos, los transmite el gran sentido del discipulado a él que es por la fe y el amor a Dios estar al servicio del Reino para el bien de todos. La enseñanza de Jesús es “quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y servidor de todos”, las expresiones “último” y “servidor” se mesclan en un mismo significado, es decir no soy yo el más importante, pero si mi hermano.

Ser el primero como habla Jesús, indica ser grande en amor, admirable, algo como sorprendente, eso nos lleva al entendimiento que la grandeza de los seguidores de Cristo se hace por la realización de cumplir la tarea misionera de la entrega para la formación del Reino de la unidad y de la paz para todos. Así debemos entender el ser discípulo del Señor, vivir amorosamente en favor del prójimo basándose en la misión de Jesús en el mundo, que es revelar a Dios y entregarse a nosotros por amor a él. El niño que Jesús presenta como ejemplo de su enseñanza pone presente en la realidad de la misión de los discípulos los que son considerados pequeños por la sociedad, los pobres, dependientes, explotados, miserables, los humillados y excluidos por los dominadores del pueblo. El gesto de poner el niño en el centro donde estaban los discípulos y abrazarlo nos enseña que los denegados del mundo son los preferidos de Cristo, acoger a ellos es acoger a Jesús y en consecuencia alimentarse de Dios.

En la primera lectura tenemos la invitación por el mensaje del libro de la Sabiduría a la práctica de la justicia de Dios contra los malvados y en defesa del justo (Sab.2,12.17-20). Los malvados se comprenden por los egoístas de poder, que tienen su placer en oprimir y quitar la vida digna de los más humildes. El salmo nos presenta una súplica de salvación y liberación, donde hombres insolentes y violentos que son personas sin Dios persigue de muerte al pueblo que espera en el Señor(Sal.53). La segunda lectura el apóstol Santiago(3,16-4,3) nos provoca a contraponer los deseos de placer de los hombres del mundo viviendo la sabiduría del cielo que por Jesús la conocemos y por ella somos capaces de promover la comunión fraterna de hijos de Dios sembradores de la paz y que por esa siembra la humanidad cosecha la justicia. Pedimos al Señor, que por la celebración de esta liturgia crezcamos en su sabiduría y neguemos un discipulado egoísta distante del servicio, pero que deseamos siempre acoger, amar y respetar a los más humildes sabiendo que junto de ellos está Cristo él Dios de la vida.        

    

 

   Padre Marcelo Oliveira, SVD – Nicaragua

15 de septiembre de 2024

DOMINGO XXIV TIEMPO ORDINARIO

MARCOS 8, 27-35

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“Tú éres el Mesías”

La liturgia de la Palabra de este domingo que abre la vigésima cuarta semana ordinaria provoca en nosotros sobre el reconocimiento que tenemos de Jesucristo. Caminando con sus discípulos hacia Cesárea de Filipo, el Señor pregunta a ellos ¿Quién dice la gente que soy yo? Algo interesante encontramos aquí referente al camino, la pregunta es hecha por Jesús durante el caminar, así podemos entender que el verdadero conocimiento de Jesús que nos lleva a tenernos una definición de quien es él surge para nosotros en un seguimiento, es decir en un camino de discipulado comprometido que renueva la búsqueda de esperanza y paz. Mucha gente miraba a Jesús con interpretaciones distintas, la influencia histórica de los profetas dejó en la mente de las personas la idea de que Dios se manifiesta al mundo por el espíritu de los profetas. Así, los discípulos contestaron a Jesús que algunos decían que él era Juan, otros que Elías y otros decían que él, era algunos de los demás profetas.

Ciertamente esa comprensión de la gente sobre Jesús se daba debido a una mentalidad de que Dios solamente se manifiesta en plan espiritual y lo que pasaba con Jesús era una forma de transferencia de espíritu de los profetas. Ha crecido mucho en la Iglesia contemporánea expresiones de fe que se basa solamente en el valor espiritual de la contemplación de la persona de Cristo. Consciente de cómo la gente lo concebía, Jesús repite la pregunta, pero direccionando a sus propios seguidores: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Pedro que hablaba por los discípulos contesta al Señor diciendo “Tú eres el Mesías” la figura mesiánica de Jesús tan fuerte en el evangelio de Marcos es en verdad comprendida a través de la experiencia del discipulado en favor del Reino de Dios que se hace por el caminar con Cristo.          

Al saber que sus discípulos entendían sobre el misterio divino que él presentaba, Jesús les pasó a explicarles sobre su vida futura que culminaría en el misterio pascual, por más que Jesús les explicara con claridad, el espíritu humano de los discípulos no les posibilitó tener pleno entendimiento de lo que quisiera decir Jesús. Entonces Pedro con la mente confundida expresa al Señor una negación del camino que Cristo debía seguir hacia su glorificación, Jesús severamente lo advierte incluso llamándolo Satanás porque la actitud de Pedro indicaba un pensamiento de separarse de la naturaleza de la misión divina para vivir según la realidad del mundo y no según el plan de Dios. Jesús aclara a la multitud que lo seguía, que el camino de él no se admite egoísmo, ganancia, individualismo, intereses de conforto. el seguimiento a Jesús propone cargar la cruz del abandono del mundo para entregarse al amor de Dios, renunciar a sí mismo es negar el placer de los hombres del mundo para vivir el placer divino de los verdaderos discípulos que promueven el Reino. En la historia de Jesús está la verdadera vida, que tengamos todos una vida entregada en comunión con Cristo y su evangelio.

La primera lectura el profeta Isaías (50,5-9) habla que al oír la palabra del Señor no ha puesto resistencia ni echado para atrás, acuérdanos que el discípulo del Señor es alimentado con la Palabra de Dios que nos hace vivir en comunión de fe y esperanza. El salmo fortalece el mensaje del caminar con el Señor porque junto de él está la vida, que nuestro entendimiento de servir al Señor nos haga caminar en su presencia (Sal.114). En la segunda lectura siguiendo con los mensajes del apóstol Santiago tenemos la célebre provocación de que nuestra fe debe resultar en obras. No nos olvidemos que estamos en el mes de la Biblia, que la escucha de la Palabra de Dios nos anime a caminar con el Señor y realizar por la fe las obras del amor que tenemos al Mesías. Que en este domingo al reunirnos delante del altar del sacrificio de Cristo profundicemos nuestra renuncia de nosotros mismos para vivir plenamente la entrega de seguimiento de Jesús, cargando nuestra cruz en amor al Mesías de Dios y a su evangelio.             

 

              Padre Marcelo Oliveira, SVD – Nicaragua

08 de septiembre de 2024

DOMINGO XXIII TIEMPO ORDINARIO

MARCOS 7, 31-37

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“Qué bien lo hace todo!  Hace oír a los sordos y hablar a los mudos”

En el mensaje de este vigésimo tercero domingo ordinario podemos destacar dos elementos fundamentales de la naturaleza de Jesús, que son su misión y su poder divino. De inicio ya es posible profundizar la acción misionera de Jesús que salió de Tiro pasó por Sidón lugares de predominio pagano atravesó la región de la Decápolis que se comprende como una confederación de ciudades de culturas griegas, que se estima que eran diez, y que se extendía sobre un área que cubría ambos lados del Jordán, al sur del mar de Galilea y hacia el norte. Junto a eso tenemos un relato de otro hecho milagroso de Jesús que posibilitó un hombre sordo y tartamudo a comunicarse.

En muchos mensajes del evangelio las personas condicionadas por imposibilidades físicas indican ser portadoras de algún factor que no es favorable para una vida en plenitud y digna por la falta del conocimiento de la luz y de la verdad divina. La humanidad vive hoy fuertemente influenciada por la dinámica de la comunicación, es impresionante los cambios sociales que tuvimos en el mundo con el desarrollo de los sistemas sobretodo digital y de comunicación. La comunidad internacional se abrió totalmente a la información debido a la facilidad que tenemos de comunicarnos a través de la tecnología. El hombre curado por Jesús era sordo y consecuentemente tartamudo por lo tanto imposibilitado de vivir en un ciclo comunicativo, la gente ya creía que por la proximidad del Señor expresada por solamente imponer las manos ya era suficiente para hacer el hombre escuchar y hablar.

Es muy importante profundizar el mensaje de este evangelio considerando la práctica de Jesús que llevó al hombre a tener la posibilidad de comunicarse.  Primero Jesús lo aparta de la gente, que nos indica un retirarse con Cristo, un retiro con el Señor siempre condúcenos a un ánimo en la vida que nos trae inspiración para nuestras actividades, así sabemos el significado que tiene los retiros espirituales en nuestro camino de fe y compromiso de servir al Señor. Jesús al tocar el oído del hombre con los dedos y mojar su lengua con la saliva mirando al cielo presentando a Dios la necesidad del hombre Jesús dijo: “Éffeta” es decir “Abrete!” lo hace escuchar y hablar sin dificultad. La fuerza divina de Cristo abre nuestro corazón para el amor y la paz que genera la esperanza del Reino de la vida en comunión y fraternidad, la cercanía con Jesús y dejarnos ser tocados por él, nos posibilita comunicarnos con Dios y así conocer su Palabra, su luz y su misericordia.

La primera lectura el profeta Isaías anima nuestra búsqueda constante por el Señor orientándonos a no tener miedo de estar al servicio del Reino porque Dios ilumina los ojos de los ciegos y abre los oídos de los sordos (Is.35,4-7), el salmo fortalece en nosotros el sentido de fe invitándonos a tener una alma que alaba al Señor(Sal.145) en la segunda lectura tenemos la orientación del apóstol Santiago para vivir en la fraternidad verdadera no teniendo entre nosotros favoritismos, así como Iglesia sepamos vivir la comunión de amor a Dios en plena comunicación con él. Que la eucaristía de este domingo nos ponga abiertos al acogimiento práctico de las enseñanzas de Jesús, teniendo el reconocimiento que nuestro Señor hace bien todo y que por su gracia y fidelidad los sordos y los mudos de la Palabra de Dios pueden ser convertidos al su anuncio de manera clara y evidente para que todos conozcan la verdad, el amor, la paz y la justicia.    

 

 

   Padre Marcelo Oliveira, SVD – Nicaragua

01 de septiembre de 2024

DOMINGO XXII TIEMPO ORDINARIO

MARCOS 7, 1-8.14-15.21-23

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“¡ESTE PUEBLO ME HONRA CON LOS LABIOS, PERO SU CORAZÓN ESTÁ LEJOS DE MÍ!”

El vigesimosegundo domingo del tiempo litúrgico del dos mil veinticuatro coincide con el primer día de septiembre el mes de la Biblia, así somos invitados en la eucaristía a prepararnos espiritualmente para contemplar y profundizar nuestra vida de fe y misión por los relatos de la manifestación de Dios en la historia de la humanidad presentes en la Sagrada Escritura. Después de contemplar el discurso de Jesús sobre el pan de la vida en el capítulo seis del evangelio de Juan, damos inicio a esta semana ordinaria de nuestra caminada de amor a Cristo y esperanza en su gracia haciendo un regreso a los mensajes del evangelio de Marcos. El mensaje ya empieza diciendo que algunos fariseos y maestros de la ley vinieran de Jerusalén y se reunirán con Jesús, sabemos que Jerusalén era el centro de todo poder del pueblo de Israel donde los fariseos y maestros de la ley dominaban la política y sobre todo la religión. Ellos seguían y defendían con radicalidad la tradición judía e interpretaban la ley de Moisés según sus propias intenciones.

Jesús al cumplir su misión de revelar la verdad de Dios al mundo, tuvo muchos conflictos con los religiosos tradicionales judíos, el hecho de los discípulos de Jesús no seguir las costumbres religiosas de los judíos como lavar las manos antes de las refecciones, no quiere decir que ellos desconsideraban la importancia de la higiene, pero indica el rompimiento de los preceptos vacíos practicados por los “dueños” de la religión del tiempo de Jesús. Ese mensaje aclara para nosotros que el tradicionalismo radical y exagerado es un gran mal para la misión de promover el reino según el entendimiento de la voluntad y acción de Dios en la humanidad. Es cierto que Jesús recibió elogios y admiración de mucha gente, pero no se puede querer a Jesús solo por interés de su poder y sus milagros honrando y alabando al Señor solamente con los labios. Nuestra búsqueda por Jesús debe basarse en el más profundo deseo de corazón de contemplar el amor, la misericordia, la bondad y la grandeza de Dios en nuestra vida.

Jesús orienta a la gente a escucharlo para que puedan comprender que la verdadera impureza no se entiende en la suciedad física o de objetos, el que torna verdaderamente el hombre impuro es su suciedad interna que muchas veces lo lleva a una falsedad personal y religiosa que alimenta el egoísmo, el individualismo que niega la fraternidad y la comunión de los que quieren vivir para Dios a servicio de los demás. Al final del mensaje Jesús presenta varios elementos de impureza humana los cuales toda persona que quiere alimentarse de la verdad divina debe eliminar de su interior. En la primera lectura tenemos la revelación de Moisés que invita la gente a vivir la sabiduría y la inteligencia guardando y poniendo en práctica los mandamientos del Señor (Dt.4,1-2.6-8).

El salmo nos ayuda a fortalecer nuestra búsqueda por la verdad del Señor al decir: “El que procede honradamente, practica la justicia y piensa la verdad, vivirá en el monte del Señor”(Sal.14), la segunda lectura del apóstol Santiago (1,17-18.21-22.27) nos presenta la bonita enseñanza de que todo beneficio y todo don perfecto viene de Dios que es el creador de la luz, además de esa orientación el apóstol también nos trae una palabra de inspiración para que celebremos con profundidad el mes de la Biblia al decir: “pongan en práctica la Palabra y no se limiten a escucharla”. Que la celebración eucarística de este domingo de la vigésima segunda semana ordinaria que abre las puertas del mes bíblico nos fortalezca en la práctica de las enseñanzas de Jesús llenando nuestro corazón del amor a Dios y así purificándonos de toda suciedad promotora de los males del mundo.                       

 

 

 

 

   Padre Marcelo Oliveira, SVD – Nicaragua

29 de agosto de 2024

MEMORIA DEL MARTIRIO DE SAN JUAN BAUTISTA

MARCOS 6,17-29

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“QUIERO QUE AHORA MISMO ME DES EN UNA BANDEJA LA CABEZA DE JUAN EL BAUTISTA”

La Iglesia celebra este día veintinueve de agosto haciendo memoria litúrgica al martirio del principal profeta de Jesús, Juan Bautista vino al mundo ya portando una naturaleza misionera magnífica la cual tenía como objetivo único preparar la gente para el encuentro humano con Dios por medio de Cristo. La Iglesia tiene la costumbre de celebrar en honor a algún santo justo en el día de su muerte como forma de contemplar su “glorificación” delante de Dios, pero en el caso de Juan Bautista el significado de su historia junto a Jesús es tan grandiosa que celebramos el día de su nacimiento el veinticuatro de junio y su muerte veintinueve de agosto. Así se puede comprender que Juan Bautista ha glorificado su existencia sea en el mundo, ya sea en el cielo. Los relatos de la vida de Juan Bautista que encontramos en los evangelios nos posibilitan tener una comprensión de la entrega total de ese profeta para la misión divina donde la humanidad conociera la revelación.

El martirio de Juan Bautista se comprende como el cierre de la antigua alianza de los profetas que por el anuncio de la esperanza en Dios y la denuncia contra los malhechores del pueblo orientaban la gente para la vivencia de la verdad y del compromiso de amor para la dignidad de todos. La vida de Jesús y la fidelidad a su evangelio hacen del martirio una realidad en la historia cristiana por aquellos que asumen de forma sincera el discipulado. Es incontable la cantidad de los que fueran martirizados por su compromiso con la verdad y el amor que forma el Reino de Dios, así se define la vida del profeta Juan Bautista con total compromiso con la verdad y el amor. Juan Bautista fue martirizado exactamente por no ser un hombre dominado por las imposiciones del placer del mundo, él se puso contra los deseos de ganancia y poder presentes en Herodes. Primeramente, Juan Bautista fue encarcelado por la fidelidad a su misión, confrontó a Herodes en sus pretensiones maldosas. La fuerza del odio y de la ignorancia siempre busca imponer delante de los defensores de la comunión, de la justicia y de la paz.

Herodes tenía una relación inmoral con su cuñada Herodías, Juan Bautista con coraje hizo una denuncia contra Herodes respecto a su inmoralidad que traicionaba su propia familia. En una fiesta en el palacio del rey lo que ya indica un encuentro de personas de poder la hija de Herodías llamada Salomé bailó delante de todos e impresionó al rey Herodes y sus invitados. Como recompensa el rey le dijo que podría pedir todo lo que quiera, el regalo se presentaría como ejemplo claro de la perversidad que la naturaleza humana puede alcanzar cuando dominada por la unión entre el poder y el placer del mundo. Herodías en su extrema maldad habló a su hija que pidiera en un plato la cabeza de Juan Bautista y así Herodes lo hizo, trajeron entonces en un plato la cabeza del gran profeta. En los tiempos antiguos, para muchos, el asesinato de una persona cortando su cabeza indicaba la eliminación de una idea o de un pensamiento, así se puede comprender que el martirio de Juan Bautista se pasó por una intención de sobreponer la maldad del falso poder del mundo sobre el poder divino de la verdad y del amor.

La primera lectura relata el mensaje del profeta Jeremías (1,17-19) que nos enseña que los que son alimentados por la palabra del Señor tiene el coraje de anunciar en el mundo la verdad que viene de Dios, ya por el salmo somos inspirados por la súplica orante de los que se acogen en el Señor que estos contarán la salvación de Dios. El martirio de Juan Bautista nos lleva a la certeza de que la dignidad de los hombres de la tierra está en el distanciamiento de las seducciones de poder y placer del mundo y sí en la fidelidad de una vida justa delante de los hermanos y con interés de siempre cumplir con la voluntad de Dios promoviendo su Reino en su amor. Que en esta Eucaristía en memoria del martirio del profeta Juan Bautista pongamos en comunión todos los que también fueron martirizados en el compromiso evangélico de ser discípulos de Cristo y en honor a ellos hagamos de su historia elemento de fuerza para nuestra fe, esperanza y servicio a los hermanos para la salvación y liberación de los males del mundo.         

 

 

 

                                                                                              Padre Marcelo Oliveira, SVD – Nicaragua

25 de agosto de 2024

DOMINGO XXI TIEMPO ORDINARIO

JUAN 6,55, 60-69

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“LAS PALABRAS QUE YO OS HE DICHO SON ESPÍRITU Y SON VIDA”

En este domingo se concluye los mensajes del capítulo seis del evangelio de Juan utilizados para la Iglesia durante el periodo que se comprende del décimo séptimo hasta el vigésimo primer domingo ordinario del ciclo B. Los mensajes de este capítulo nos invitan a una reflexión inspirada en el discurso de Jesús sobre el pan de la vida. Las enseñanzas y los ejemplos de Jesús presentados en los relatos de este domingo ponen a los discípulos preocupados con el seguimiento al Señor porque quedaron escandalizados con sus orientaciones. Ellos miran las palabras de Jesús y las ven muy duras y se preguntaban si alguien podría escucharlas. En verdad, nosotros como personas insertadas en el mundo no podemos escuchar a Cristo solamente con los oídos y sí no también con el corazón y el alma.  

Si no abrimos nuestro interior y nuestra mente para Cristo las palabras del Señor serán en verdad muy duras e imposibles de escuchar y ponerlas en práctica. El primero punto que nos lleva a tener fe en Dios es el reconocimiento de que somos seres espirituales, nosotros tenemos una espiritualidad cristiana porque la persona de Jesús Cristo nos inspira, anima y fortalece nuestra esperanza de estarnos siempre sostenidos con la fuerza que necesitamos en nuestra realidad. La carne en cuanto a cuerpo físico básicamente indica una existencia, el sentido de esa carne está en su esencia espiritual. Las palabras de Jesús fundamentan una historia votada para la verdad de Dios, el propio Jesús nos dice que sus palabras son Espirito y son vida.

Jesús sabía que los judíos practicantes y defensores de la religión tradicional no lo iban aceptarlo, así que Jesús repite la expresión dicha anteriormente que solo es posible seguirlo a él si son atraídos por Dios. Ser discípulo de Cristo consiste en el deseo pleno de seguir la luz de Dios viviendo y promoviendo su amor, su paz y su justicia que el propio Señor Jesús nos enseña. Delante del miedo y de la negación de los judíos que hacen abandonar a Jesús, el preguntaba a los discípulos si también ellos quieren irse y dejar al Señor solo, Pedro entonces hace otra profesión de fe diciendo: “A quien iremos Señor? solo tu tiene palabras de vida eterna” a ejemplo de Pedro guiemos nuestra vida para la entrega a Jesús y por sus palabras caminemos hacia la vida eterna.

La entrega a Jesús no solo consiste en una práctica resumida en acciones orantes, si no además de eso hay que tener una vida de servicio al Señor como el profeta Josué provoca el pueblo de Israel en la primera lectura. El profeta cuestiona la gente a quien van a servir, Josué motivado por la verdadera fe dijo que el y toda su familia servirá al Señor el verdadero Dios (Js 24,1-2a.15-17.18b). El salmo sigue con las súplicas y oraciones respeto de vivir en la bondad del Señor(Sal.33). La segunda lectura de la carta a los Efesios se mescla con el mismo sentido de la primera lectura hablando del servir al Señor. El autor habla a los cristianos de Éfeso que el servir a los demás con fe y esperanza en Dios es la identidad de los seguidores de Jesús(Ef.5,21-32).

Así la liturgia de la Iglesia cierra la predicación del discurso de Jesús sobre el pan de la vida en el ciclo B, que el banquete eucarístico de ese domingo fortalezca nuestro compromiso de servir a Dios como discípulos y misioneros de Cristo, alimentados con el cuerpo y la sangre de nuestro Señor busquemos siempre a él con ansia de sus palabras eternas que son Espírito y vida.      

 

 

  Padre Marcelo Oliveira, SVD – Nicaragua

18 de agosto de 2024

DOMINGO XX TIEMPO ORDINARIO

JUAN 6,51-58

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“LES ASEGURO QUE, SI NO COMEN LA CARNE DEL HIJO DEL HOMBRE Y NO BEBEN SU SANGRE, NO TIENEN VIDA EN USTEDES”

La liturgia de ese vigésimo domingo del tiempo ordinario nos invita a reflexionar sobre el sentido que damos a la vida. Las enseñanzas de Jesús en el capítulo seis del evangelio de Juan enfatiza la comprensión de que el Señor es el alimento de la vida, ese capítulo nos pone muy cerca del misterio eucarístico, sobre todo en el mensaje de ese domingo que nos presenta los versículos cincuenta y uno al cincuenta y ocho en que Jesús orienta los judíos a si alimentaren de su cuerpo y su sangre para que ellos tengan vida. En el pan y en el vino consagrados conmemoramos la presencia de Cristo junto de nosotros, por la eucaristía alimentamos nuestra vida de fe y amor a Dios fortaleciendo nuestro compromiso de discípulos promotores de la paz y de la esperanza para la vida del mundo.

El escritor y poeta irlandés Oscar Wilde tiene una frase muy interesante que dice “vivir es la cosa más rara del mundo, la mayoría de las personas solamente existen” se necesita comprender la distinción entre vivir y existir, la vida exige de nosotros búsqueda de significado, considerando la naturaleza de nuestra fe que sigue el camino de Cristo, el sentido de la vida está en la verdad revelada por quien pertenecemos que es Dios. La vida es done de Dios, y si hablamos de Dios y de sus dones estamos nos refiriendo de amor, paz, justicia, misericordia y bondad estos elementos son plenamente presentados por Jesucristo. La vida única y verdadera la encontramos en Jesús, porque él mismo es la fuente de la vida, así solo tenemos vida en nosotros si nos alimentamos del cuerpo y la sangre de Cristo. Si nuestra historia no contempla los dones de Dios no estamos teniendo vida, pero sí solamente estamos existiendo. Solamente existir es tener una vida vacía, que se satisfaz con dones terrenales constituidos por el dinero y la riqueza material que tiene su base en el poder, el tener y el placer mundano.

Vivir es tener alegría en sí mismo, reconocer que nuestro propósito es la vida con Dios plena de amor, bondad y respeto a los demás y caminar juntos como hermanos a ejemplo de la sinodalidad que la Iglesia nos invita a estarnos. Es necesario tener la conciencia que nuestra realidad mescla realizaciones, fracasos, gozos y dificultades pero la comunión con Cristo nos anima, fortalece y sostiene, nos alimentemos de la verdadera comida y verdadera bebida que es Jesús para que sepamos vivir en Cristo y él en nosotros. La primera lectura del libro de Proverbios hace mención a la sabiduría como alimento donde también se utiliza de los términos de pan y del vino para que dejemos la inexperiencia para seguir el camino de la inteligencia (Prov. 9,1-6). El salmo nos transmite el mensaje que dice “quien busca al Señor no carece de nada” toda la humanidad desea vida plena y abundante así la plenitud y la abundancia de la vida encontramos en el Señor (Sal.33). En la segunda lectura de la carta a los Efesios el apóstol Pablo sabiendo que los cristianos serian negados busca animar la Iglesia de Éfeso orientando la gente a ser sensatos y no vivan la libertinaje y teniendo en cuenta el deseo del Señor que se dejen llenar por el Espirito. Entremos en la vigésima semana ordinaria de ese año con el más profundo deseo de verdaderamente vivir y no solo existir, que la liturgia de ese domingo nos ayude a renovar la vida en Cristo.                 

 

 

  Padre Marcelo Oliveira, SVD – Nicaragua

15 de agosto de 2024

Solemnidad de la Asunción de la Virgen María - Lucas 1,39-56

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“PROCLAMA MI ALMA LA GRANDEZA DEL SEÑOR, SE ALEGRA MI ESPIRITU EN DIOS, MI SALVADOR”

La Iglesia católica tiene un amor y una devoción especial por María, la madre de Jesús. Esta cercanía y confianza se basan en la fe de que María fue elegida por Dios para ser parte fundamental del plan divino de la revelación. Jesucristo, en su realidad de ser humano, presentó al mundo la condición de una vida totalmente divina basada en la bondad, la compasión y la misericordia, elementos que nos permiten comprender la acción de Dios en la historia. Jesucristo conduce a la humanidad por el camino de la contemplación y la esperanza en el Padre, creador de todas las cosas visibles e invisibles. Este 15 de agosto, la Iglesia celebra la solemnidad de la Asunción de la Virgen María a los cielos, en la que exaltamos el significado y la importancia de María para la vida cristiana. Celebrar la Asunción de María significa que creemos que la madre de Jesús fue llevada al cielo por la acción amorosa de Dios mediante su entrega confiada en las manos del Señor a través de la proclamación del Magnificat, que nos inspira a todos a engrandecer nuestras almas en la fe en Dios y a alegrar nuestro espíritu en la certeza del amor que se nos revela en el misterio de la salvación en Cristo, que comenzó a materializarse en el seno materno de María.

La liturgia de la Iglesia celebra las solemnidades de la Ascensión y de la Asunción. En ambas celebraciones se hace referencia a la subida al cielo, la de Jesús, que por su propio poder fue ascendido a Dios (Ascensión), y de María, que con su entrega incondicional a Dios hizo de su historia un elemento fundamental para que el mundo conociera la gloria divina en Jesús. La elevación al cielo del cuerpo y del alma de la madre de Jesús es un dogma mariano proclamado por la Iglesia en 1950 en la constitución Munificentissimus Deus del Papa Pío XII, diciendo: "para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo". El gozo y la alegría de la Iglesia a los que se refiere el Papa en esta constitución apostólica consisten en inspirar nuestro discipulado de fe en el amor a Cristo, reconociendo en Él la presencia de Dios en el mundo, que a su vez fue engendrado humanamente en el seno virginal de María, a quien consideramos nuestra madre.

El Evangelio de esta solemnidad nos presenta el mensaje de la visita de María, embarazada de Jesús, a su prima Isabel, encinta de Juan el Bautista, en cuyo encuentro establece la suprema alegría de que se cumplan las profecías. El nacimiento de Juan Bautista inicia la conclusión de la antigua alianza y la venida de Jesús marca la nueva historia de la humanidad, la alianza que traería la salvación al mundo está aún por establecerse en el amor que se revelará en Jesús. La primera lectura del libro del Apocalipsis nos habla de los signos de Dios presentes en el cielo y de una mujer gloriosa con características divinas que formaría el reino de Dios en la tierra por la gloria de Cristo. Esta mujer representa la comunidad de fe que, unida como pueblo de Dios, camina guiada por los signos transmitidos por Jesús (Ap 11,19;12,1-6). En el mismo sentido, el mensaje del salmo nos lleva a reconocer en la Iglesia la imagen de la reina que está a la derecha del Padre (Sal 44).

El apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios dice que si la muerte vino al mundo por el pecado humano, la resurrección vino por la sabiduría y la gracia de un hombre, la naturaleza humana unida a Cristo contemplará la resurrección (1Cor.15,20-27). Celebrar la Asunción de María es afirmar su participación en el misterio de la resurrección, que un día compartiremos. Y anunciar también la victoria del amor de Dios sobre la condición humana, la superación de la muerte por la vida y el triunfo de la comunión. De este modo, María, glorificada en el cielo en cuerpo y alma por su Asunción, es imagen de la comunidad de fe en sentido escatológico, signo de esperanza y consuelo para el pueblo de Dios que camina hacia la patria definitiva

 

 

  Padre Marcelo Oliveira, SVD – Nicaragua

11 de agosto de 2024

Domingo XIX del Tiempo Ordinario – Juan 6, 41-51

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“YO SOY EL PAN VIVO QUE HA BAJADO DEL CIELO”

En los últimos dos domingos vimos Jesús saciar la multitud con el gran signo de la multiplicación por medio del compartir cinco panes y dos peces que le fue presentado y también vimos Jesús presentarse para la gente como el pan de vida eterna que nos inspira y fortalece para realizar las obras de Dios creyendo firmemente en la divinidad de Jesús. Hoy damos inicio a la decimonovena semana ordinaria de la liturgia del año de 2024 contemplando Jesús como el pan bajado del cielo, el alimento que viene de Dios y que da sentido a la vida en el mundo. El hablar de Jesús que él mismo es el pan del cielo causa perplejidad en los judíos tradicionales y ellos entonces se preguntan: “No es este el Hijo de José? No conocemos su padre y su madre? Ese cuestionamiento es respeto de la humanidad de Jesús, la cual sabemos nosotros que es completamente llena de la bondad divina lo que hace Jesús ser pleno de la naturaleza de Dios y los judíos más ligados a la religión tienen dificultad de reconocer esa naturaleza.
El ser humano tiene ansia incontrolable de estar con Dios y vivir por él y eso solo es posible si estamos alimentados con el pan bajado del cielo, Jesucristo que sacia nuestra hambre de amor, justicia y paz. La esencia pura de la verdad es Dios y esa esencia la encontramos en Jesús, así tiene el significado de la expresión dicha por nuestro Señor: “Nadie viene hacia mi si el padre no lo atrae”, nuestro seguimiento a Cristo consiste en ser atraídos por Dios a caminar guiados por la verdad que nos pone en el verdadero servicio que es estar disponibles a ser discípulos de Dios y tener la certeza que el poder de la muerte no es más fuerte que la resurrección como nos habla el Señor (Jn.6,45). O antiguo pueblo de Israel en su caminada por el desierto creyó que el maná era el alimento enviado por Dios para sostenerlos en la angustia que pasaban, hasta se puede decir que el maná fue ofrecido por Dios como toda comida presente en nuestra mesa, pero Jesús además de hacer que la gente tenga el alimento físico nos ofrece el alimento espiritual que es eterno que fue bajado del cielo enviado de Dios y que nos hace vivir con las energías de esperanza y paz renovadas. Quien reconoce a Cristo como el pan de la vida y se nutre de él no conocerá la muerte y vivirá eternamente.
En la primera lectura (1Rs.19,4-8) tenemos un relato sobre una caminada del profeta Elías en el desierto en que en un momento en medio del cansancio se ve desesperanzado y entonces recibió un mensaje del Señor que decía: “levántate y come”, en las situaciones de incertidumbres de la vida el Señor así también habla a nosotros, que nos ponemos de pie nos alimentemos con la fuerza de Dios y seguimos. El salmo nos invita al conocimiento de la bondad de Dios, por la oración que dice “haz la prueba y verás qué bueno es el Señor”(Sl.33), en la segunda lectura o apóstol Pablo exhorta a la comunidad cristiana de Éfeso para que no causen tristeza al Espíritu Santo viviendo la maldad, pero que busquen ser imitadores de Dios por la vida de amor a ejemplo de Cristo(Ef. 4,30-5,2). Como todo ser vivo necesita de su alimento para mantenerse, que la eucaristía de este domingo nos alimente con el amor de Cristo, este amor que no es meramente humano y sí un amor divino bajado del cielo por la bondad de Dios por nosotros. No caíamos desesperanzados y dominados por los desafíos de nuestra historia, al contrario de eso, fortalecidos con el pan que Dios nos regala a través de Cristo seamos promotores de la vida verdadera.




Padre Marcelo Oliveira, SVD – Nicaragua

11 de agosto de 2024

Domingo XIX del Tiempo Ordinario – Juan 6, 41-51

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“YO SOY EL PAN VIVO QUE HA BAJADO DEL CIELO”

En los últimos dos domingos vimos Jesús saciar la multitud con el gran signo de la multiplicación por medio del compartir cinco panes y dos peces que le fue presentado y también vimos Jesús presentarse para la gente como el pan de vida eterna que nos inspira y fortalece para realizar las obras de Dios creyendo firmemente en la divinidad de Jesús. Hoy damos inicio a la decimonovena semana ordinaria de la liturgia del año de 2024 contemplando Jesús como el pan bajado del cielo, el alimento que viene de Dios y que da sentido a la vida en el mundo. El hablar de Jesús que él mismo es el pan del cielo causa perplejidad en los judíos tradicionales y ellos entonces se preguntan: “No es este el Hijo de José? No conocemos su padre y su madre? Ese cuestionamiento es respeto de la humanidad de Jesús, la cual sabemos nosotros que es completamente llena de la bondad divina lo que hace Jesús ser pleno de la naturaleza de Dios y los judíos más ligados a la religión tienen dificultad de reconocer esa naturaleza.
El ser humano tiene ansia incontrolable de estar con Dios y vivir por él y eso solo es posible si estamos alimentados con el pan bajado del cielo, Jesucristo que sacia nuestra hambre de amor, justicia y paz. La esencia pura de la verdad es Dios y esa esencia la encontramos en Jesús, así tiene el significado de la expresión dicha por nuestro Señor: “Nadie viene hacia mi si el padre no lo atrae”, nuestro seguimiento a Cristo consiste en ser atraídos por Dios a caminar guiados por la verdad que nos pone en el verdadero servicio que es estar disponibles a ser discípulos de Dios y tener la certeza que el poder de la muerte no es más fuerte que la resurrección como nos habla el Señor (Jn.6,45). O antiguo pueblo de Israel en su caminada por el desierto creyó que el maná era el alimento enviado por Dios para sostenerlos en la angustia que pasaban, hasta se puede decir que el maná fue ofrecido por Dios como toda comida presente en nuestra mesa, pero Jesús además de hacer que la gente tenga el alimento físico nos ofrece el alimento espiritual que es eterno que fue bajado del cielo enviado de Dios y que nos hace vivir con las energías de esperanza y paz renovadas. Quien reconoce a Cristo como el pan de la vida y se nutre de él no conocerá la muerte y vivirá eternamente.
En la primera lectura (1Rs.19,4-8) tenemos un relato sobre una caminada del profeta Elías en el desierto en que en un momento en medio del cansancio se ve desesperanzado y entonces recibió un mensaje del Señor que decía: “levántate y come”, en las situaciones de incertidumbres de la vida el Señor así también habla a nosotros, que nos ponemos de pie nos alimentemos con la fuerza de Dios y seguimos. El salmo nos invita al conocimiento de la bondad de Dios, por la oración que dice “haz la prueba y verás qué bueno es el Señor”(Sl.33), en la segunda lectura o apóstol Pablo exhorta a la comunidad cristiana de Éfeso para que no causen tristeza al Espíritu Santo viviendo la maldad, pero que busquen ser imitadores de Dios por la vida de amor a ejemplo de Cristo(Ef. 4,30-5,2). Como todo ser vivo necesita de su alimento para mantenerse, que la eucaristía de este domingo nos alimente con el amor de Cristo, este amor que no es meramente humano y sí un amor divino bajado del cielo por la bondad de Dios por nosotros. No caíamos desesperanzados y dominados por los desafíos de nuestra historia, al contrario de eso, fortalecidos con el pan que Dios nos regala a través de Cristo seamos promotores de la vida verdadera.




Padre Marcelo Oliveira, SVD – Nicaragua

06 de agosto de 2024
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LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR

 Marcos 9,2-10

Este es Mi Hijo amado; Escuchenlo

La transfiguración del Señor se convirtió en fiesta litúrgica por primera vez en la Iglesia de Oriente en el siglo V. En Occidente, esta fiesta apareció por primera vez en el siglo X y se extendió rápidamente. El Papa Calixto III la introdujo en toda la Iglesia en el año de 1456(6 de agosto). El episodio de la Transfiguración se relata en los Evangelios sinópticos (Mt 17,1-9; Mc 9,2-10; Lc 9,28-36), también encontramos una mención en la segunda carta de Pedro(1,16-18) y una alusión en el libro del profeta Daniel(7,9-10.13-14). Celebrar la transfiguración del Señor nos lleva a una comprensión más profunda del significado de la gloria de Dios, partiendo de algunos aspectos presentes en la literatura sagrada y que forman la esencia de la vida en Cristo: la ley judía, las profecías y el discipulado.

Era común que los judíos se reunieran en la cima de una montaña para orar, y el propio Jesús lo hizo varias veces. Esta costumbre se debía a que entendían que las cimas de las montañas eran lugares de retiro y contemplación de Dios. Jesús lleva a los apóstoles Pedro, Santiago y Juan, que representan a todos los discípulos, a la cima del monte Tabor y se transfigura ante ellos. Este verbo "transfigurar" en sentido literal significa cambiar de imagen (Trans=cambio; Figura=Imagen), en el misterio de la transfiguración podemos contemplar el cambio del Jesús de la naturaleza humana al Jesús de la naturaleza divina donde a través de Cristo mismo Dios es glorificado. El brillo y el color blanco de las vestiduras de la nueva figura de Cristo indican la luz de Dios que nos guía por el camino de la verdad que define el sentido de nuestra existencia. La presencia de Moisés y Elías nos lleva a concluir que en Jesús se completa la manifestación de Dios a lo largo de la historia mediante la unidad del Antiguo y el Nuevo Testamento.

Viendo la gloria de Dios en Jesús transfigurado, Pedro se pone en situación de comodidad y seguridad y quiere instalarse junto a Cristo "Maestro, nos conviene quedarnos aquí. Hagamos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". Ser testigos de la gloria y el esplendor de Dios a través de la transfiguración de Jesús no debe llevarnos a una fe cómoda y alejada del servicio; al contrario, nos sitúa en el sentido más pleno del discipulado, que es el compromiso de promover el Reino siguiendo las palabras de Jesús: "Este es mi Hijo amado. ¡Escúchenlo!". Después de esta experiencia, los discípulos bajan del monte con Jesús. Bajar del monte nos lleva al horizonte misionero de quienes saben que en Cristo está la gloria de Dios, y la plenitud de esta gloria la contemplará la humanidad en el misterio de la pasión, muerte y resurrección del Señor.

La primera lectura nos ofrece una hermosa ayuda para acoger el mensaje de la transfiguración cuando dice: "Se le dio poder, gloria y realeza, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron: su poder es un poder eterno que no será quitado, y su reino un reino que no será disuelto"(Dan 7,9-10.13-14). A través del salmo podemos regocijarnos en nuestra vida de esperanza en la certeza del poder, la gloria y la realeza de Dios mediante la oración de júbilo: "Porque tú eres el Altísimo, Señor, muy por encima del universo que creaste"(Sal.96). Que la transfiguración del Señor nos haga reconocer el esplendor magnánimo de la gloria de Dios en nuestra realidad humana, y que la luz de Jesús transfigurado ilumine nuestro seguimiento en el camino de la resurrección.

 

                                                                           Padre Marcelo Oliveira, SVD – Nicaragua

04 de agosto de 2024

Domingo XVIII del Tiempo Ordinario – Juan 6, 24-35

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"¿QUÉ DEBEMOS HACER PARA CUMPLIR LAS OBRAS DE DIOS?"    

Abrimos la decimoctava semana de la liturgia ordinaria de este año siguiendo nuestro camino de amor y fe, contemplando el mensaje de Jesús en el discurso del pan de vida. Sorprendida la multitud por el gran signo de Jesús que les dio de comer, fueron a buscar al Señor a Cafarnaúm. Cuando lo encontraron, recibieron la advertencia de que no debía  buscarlo por intereses ajenos a la aceptación de la gracia y el amor de Dios: "Me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan y os saciasteis." El evangelio de Juan no presenta las acciones de Jesús como milagros, sino como signos. Entendemos por signo una indicación que nos revela algo. Así, los signos que Jesús realiza nos revelan el poder del amor misericordioso y amoroso de Dios.

Hoy existe una corriente religiosa muy fundamentalista y completamente exagerada que reduce el seguimiento de Cristo a una búsqueda de realización personal a través de los bienes materiales. Sin embargo, la verdadera búsqueda de Jesús consiste en el deseo intenso de alimentar nuestra vida en el amor y la gracia que viene del cielo. El alimento que Jesús comparte con cada uno de nosotros es reconocido como el pan del cielo por todos aquellos que buscan vivir el evangelio con sinceridad y compromiso. Quienes alimentan sus vidas con la historia y las palabras de Cristo están capacitados para realizar las obras de Dios, y las obras de Dios consisten en creer en Cristo como fuente y fundamento de la verdad que trae paz y esperanza al mundo.

La primera lectura nos habla de la experiencia de fe del pueblo de Israel que, mientras esperaba la liberación de la esclavitud en Egipto, fue alimentado por Dios con el maná (Ex 16,2-4.12-15). La oración del salmista nos acerca aún más al misterio de la fe, donde somos alimentados en el Señor: "El Señor nos ha alimentado con pan del cielo" (Sal 77). La segunda lectura, nuevamente como la del domingo pasado, resume toda la liturgia de la Palabra, en la que, en un pasaje de la carta a los Efesios, se nos dice que, a través de nuestra experiencia con Jesús, cambiamos de vida.

 

La liturgia de la palabra de este domingo nos da la oportunidad de analizar nuestro caminar con Jesús, donde necesitamos revisar el significado de nuestro interés por estar con Cristo. Alimentar nuestra vida con el pan que bajó del cielo y permanece con nosotros para siempre presupone el deseo de llenar nuestros corazones de amor para que, renovados por nuestra experiencia con Jesús, podamos saciar nuestra hambre y sed de Dios y proclamar la paz y la esperanza.    

         

Padre Marcelo Oliveira, SVD – Nicaragua
28 de julio de 2024

Domingo XVII del Tiempo Ordinario – Juan 6, 1-15

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“AL VER EL SIGNO QUE JESÚS HABÍA HECHO, DECÍAN ELLOS: ‘ESTE SÍ QUE ES EL VERDADERO PROFETA QUE TENÍA QUE VENIR AL MUNDO’” 

La Iglesia durante el año litúrgico del ciclo B se dedica a la reflexión de la vida de Jesús a partir del evangelio de Marcos, no en tanto los dieciséis capítulos de Marcos, no son capaces de completar los treinta y cuatro domingos del tiempo ordinario, así del decimoséptimo hasta el vigésimo primer domingo del ciclo litúrgico tenemos un cambio en el evangelio de nuestras celebraciones dominicales, las cuales la Iglesia utiliza los mensajes de todo el capítulo seis del evangelio de Juan.

 

Y en este domingo se nos presentan los quince primeros versículos, donde podemos contemplar una verdadera catequesis en sentido eucarístico, en la que Jesús sacia el hambre de una multitud. En primer lugar, destacamos nuevamente un hecho misionero de Jesús y sus discípulos: irse al otro lado del lago de Tiberíades. La gente, sorprendida por los signos de Jesús que curaba a los enfermos, lo seguía con fe y esperanza.

Jesús, en su profundo amor divino, sabía de la necesidad de la gente de comer y, entonces, provoca en Felipe, uno de sus discípulos, la pregunta de cómo hacer para alimentar a tanta gente. El discípulo queda confundido, pero el Señor tenía plena consciencia de lo que debía hacerse. La narrativa hace referencia a la fiesta de la Pascua, cuando los israelitas fueron liberados de la esclavitud de Egipto. En ese contexto, debemos reflexionar que en Cristo se encuentra la sabiduría que nos lleva a la libertad.

 

Delante de la multitud hambrienta, presentan al Señor cinco panes y dos peces, y con eso, Jesús alimenta a toda la gente, que eran cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños. Esto nos indica que el alimento de vida que encontramos en Cristo es infinito y contempla a toda la humanidad. Es necesario que prestemos atención al sentido del milagro realizado por Jesús. La idea de que el Señor multiplicó los cinco panes y dos peces lleva a mucha gente a creer en una acción 'mágica' de Jesús; lo que sucede es que la fuerza de Cristo no es magia, sino amor, bondad, compasión y solidaridad.

El milagro realizado por Jesús está en el hecho de que todos los que van hacia Él presentan su historia y su realidad, y en Él reconocen la gracia de Dios por los bienes divinos de la creación. Jesús comparte con los demás lo que es ofrecido por la multitud. El compartir de Jesús hace que el alimento se multiplique y todos puedan saciar su hambre y su deseo de Dios.

En la primera lectura tenemos un relato del segundo libro de los Reyes que, de manera semejante al evangelio, nos habla también de un compartir. El profeta Eliseo, al recibir una ofrenda de panes, aunque fuera pequeña, la compartió con la gente; la pequeña ofrenda, además de alimentar a todos, todavía sobró (2Re 4, 42-44).

En el salmo tenemos una súplica que dice: 'sacia a vuestros hijos, Señor' (Sal 144). En la segunda lectura, el apóstol Pablo exhorta a los Efesios a vivir según la llamada recibida desde el principio de la fe en Cristo, que con humildad y amabilidad vivan todos con amor.

Que los mensajes de la liturgia de este domingo nos hagan compartir unos con otros el deseo profundo de vivir en comunión con Dios por medio del alimento sagrado del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Así como Moisés alimentó al pueblo en el desierto con el maná, Jesús nos alimenta por la Eucaristía, compartiendo con nosotros la esencia de su naturaleza divina.

 

Como discípulos, debemos compartir la fe, la esperanza y el compromiso de estar fortalecidos con el amor de Dios compartido con la humanidad por Jesucristo, el verdadero 'Moisés' que debía venir al mundo y sostenernos con su alimento sagrado.

Padre Marcelo Oliveira, SVD – Nicaragua
28 de julio de 2024

Domingo XVII del Tiempo Ordinario – Juan 6, 1-15

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“AL VER EL SIGNO QUE JESÚS HABÍA HECHO, DECÍAN ELLOS: ‘ESTE SÍ QUE ES EL VERDADERO PROFETA QUE TENÍA QUE VENIR AL MUNDO’” 

La Iglesia durante el año litúrgico del ciclo B se dedica a la reflexión de la vida de Jesús a partir del evangelio de Marcos, no en tanto los dieciséis capítulos de Marcos, no son capaces de completar los treinta y cuatro domingos del tiempo ordinario, así del decimoséptimo hasta el vigésimo primer domingo del ciclo litúrgico tenemos un cambio en el evangelio de nuestras celebraciones dominicales, las cuales la Iglesia utiliza los mensajes de todo el capítulo seis del evangelio de Juan.

 

Y en este domingo se nos presentan los quince primeros versículos, donde podemos contemplar una verdadera catequesis en sentido eucarístico, en la que Jesús sacia el hambre de una multitud. En primer lugar, destacamos nuevamente un hecho misionero de Jesús y sus discípulos: irse al otro lado del lago de Tiberíades. La gente, sorprendida por los signos de Jesús que curaba a los enfermos, lo seguía con fe y esperanza.

Jesús, en su profundo amor divino, sabía de la necesidad de la gente de comer y, entonces, provoca en Felipe, uno de sus discípulos, la pregunta de cómo hacer para alimentar a tanta gente. El discípulo queda confundido, pero el Señor tenía plena consciencia de lo que debía hacerse. La narrativa hace referencia a la fiesta de la Pascua, cuando los israelitas fueron liberados de la esclavitud de Egipto. En ese contexto, debemos reflexionar que en Cristo se encuentra la sabiduría que nos lleva a la libertad.

 

Delante de la multitud hambrienta, presentan al Señor cinco panes y dos peces, y con eso, Jesús alimenta a toda la gente, que eran cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños. Esto nos indica que el alimento de vida que encontramos en Cristo es infinito y contempla a toda la humanidad. Es necesario que prestemos atención al sentido del milagro realizado por Jesús. La idea de que el Señor multiplicó los cinco panes y dos peces lleva a mucha gente a creer en una acción 'mágica' de Jesús; lo que sucede es que la fuerza de Cristo no es magia, sino amor, bondad, compasión y solidaridad.

El milagro realizado por Jesús está en el hecho de que todos los que van hacia Él presentan su historia y su realidad, y en Él reconocen la gracia de Dios por los bienes divinos de la creación. Jesús comparte con los demás lo que es ofrecido por la multitud. El compartir de Jesús hace que el alimento se multiplique y todos puedan saciar su hambre y su deseo de Dios.

En la primera lectura tenemos un relato del segundo libro de los Reyes que, de manera semejante al evangelio, nos habla también de un compartir. El profeta Eliseo, al recibir una ofrenda de panes, aunque fuera pequeña, la compartió con la gente; la pequeña ofrenda, además de alimentar a todos, todavía sobró (2Re 4, 42-44).

En el salmo tenemos una súplica que dice: 'sacia a vuestros hijos, Señor' (Sal 144). En la segunda lectura, el apóstol Pablo exhorta a los Efesios a vivir según la llamada recibida desde el principio de la fe en Cristo, que con humildad y amabilidad vivan todos con amor.

Que los mensajes de la liturgia de este domingo nos hagan compartir unos con otros el deseo profundo de vivir en comunión con Dios por medio del alimento sagrado del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Así como Moisés alimentó al pueblo en el desierto con el maná, Jesús nos alimenta por la Eucaristía, compartiendo con nosotros la esencia de su naturaleza divina.

 

Como discípulos, debemos compartir la fe, la esperanza y el compromiso de estar fortalecidos con el amor de Dios compartido con la humanidad por Jesucristo, el verdadero 'Moisés' que debía venir al mundo y sostenernos con su alimento sagrado.

Padre Marcelo Oliveira, SVD – Nicaragua
28 de julio de 2024

Domingo XVII del Tiempo Ordinario – Juan 6, 1-15

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“AL VER EL SIGNO QUE JESÚS HABÍA HECHO, DECÍAN ELLOS: ‘ESTE SÍ QUE ES EL VERDADERO PROFETA QUE TENÍA QUE VENIR AL MUNDO’” 

La Iglesia durante el año litúrgico del ciclo B se dedica a la reflexión de la vida de Jesús a partir del evangelio de Marcos, no en tanto los dieciséis capítulos de Marcos, no son capaces de completar los treinta y cuatro domingos del tiempo ordinario, así del decimoséptimo hasta el vigésimo primer domingo del ciclo litúrgico tenemos un cambio en el evangelio de nuestras celebraciones dominicales, las cuales la Iglesia utiliza los mensajes de todo el capítulo seis del evangelio de Juan.

 

Y en este domingo se nos presentan los quince primeros versículos, donde podemos contemplar una verdadera catequesis en sentido eucarístico, en la que Jesús sacia el hambre de una multitud. En primer lugar, destacamos nuevamente un hecho misionero de Jesús y sus discípulos: irse al otro lado del lago de Tiberíades. La gente, sorprendida por los signos de Jesús que curaba a los enfermos, lo seguía con fe y esperanza.

Jesús, en su profundo amor divino, sabía de la necesidad de la gente de comer y, entonces, provoca en Felipe, uno de sus discípulos, la pregunta de cómo hacer para alimentar a tanta gente. El discípulo queda confundido, pero el Señor tenía plena consciencia de lo que debía hacerse. La narrativa hace referencia a la fiesta de la Pascua, cuando los israelitas fueron liberados de la esclavitud de Egipto. En ese contexto, debemos reflexionar que en Cristo se encuentra la sabiduría que nos lleva a la libertad.

 

Delante de la multitud hambrienta, presentan al Señor cinco panes y dos peces, y con eso, Jesús alimenta a toda la gente, que eran cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños. Esto nos indica que el alimento de vida que encontramos en Cristo es infinito y contempla a toda la humanidad. Es necesario que prestemos atención al sentido del milagro realizado por Jesús. La idea de que el Señor multiplicó los cinco panes y dos peces lleva a mucha gente a creer en una acción 'mágica' de Jesús; lo que sucede es que la fuerza de Cristo no es magia, sino amor, bondad, compasión y solidaridad.

El milagro realizado por Jesús está en el hecho de que todos los que van hacia Él presentan su historia y su realidad, y en Él reconocen la gracia de Dios por los bienes divinos de la creación. Jesús comparte con los demás lo que es ofrecido por la multitud. El compartir de Jesús hace que el alimento se multiplique y todos puedan saciar su hambre y su deseo de Dios.

En la primera lectura tenemos un relato del segundo libro de los Reyes que, de manera semejante al evangelio, nos habla también de un compartir. El profeta Eliseo, al recibir una ofrenda de panes, aunque fuera pequeña, la compartió con la gente; la pequeña ofrenda, además de alimentar a todos, todavía sobró (2Re 4, 42-44).

En el salmo tenemos una súplica que dice: 'sacia a vuestros hijos, Señor' (Sal 144). En la segunda lectura, el apóstol Pablo exhorta a los Efesios a vivir según la llamada recibida desde el principio de la fe en Cristo, que con humildad y amabilidad vivan todos con amor.

Que los mensajes de la liturgia de este domingo nos hagan compartir unos con otros el deseo profundo de vivir en comunión con Dios por medio del alimento sagrado del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Así como Moisés alimentó al pueblo en el desierto con el maná, Jesús nos alimenta por la Eucaristía, compartiendo con nosotros la esencia de su naturaleza divina.

 

Como discípulos, debemos compartir la fe, la esperanza y el compromiso de estar fortalecidos con el amor de Dios compartido con la humanidad por Jesucristo, el verdadero 'Moisés' que debía venir al mundo y sostenernos con su alimento sagrado.

Padre Marcelo Oliveira, SVD – Nicaragua
22 de julio de 2024

Fiesta de Santa María Magdalena -

Juan 20,1-2, 11-18

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“ENTONCES MARÍA MAGDALENA FUE Y DIJO A LOS DISCÍPULOS: ¡HE VISTO AL SEÑOR!”

La liturgia de la Iglesia dedica el día 22 de julio a la celebración en honor de Santa María Magdalena, una de las principales mujeres que vivieron con Jesús. María Magdalena es reconocida como la discípula fiel del Señor que se puso de todo corazón al servicio de Jesús después de haber sido curada por él. Estuvo al lado de la Virgen María en el momento de la crucifixión y tuvo el gran don de ser la primera en ver al Señor Resucitado y en anunciar la alegre noticia a los discípulos.

 

El mensaje del evangelio de esta fiesta litúrgica se sitúa al comienzo del capítulo veinte de Juan, que narra el encuentro de María Magdalena con Cristo Resucitado. Es importante tener en cuenta la forma en que se presenta este relato, “el primer día de la semana, todavía oscuro al amanecer”, expresión que puede indicar que se acerca un tiempo nuevo, en el que las tinieblas de la muerte darán lugar a la luz de la resurrección.

Aparte de una obligación laboral o de alguna actividad cotidiana, ¿qué razón tiene una persona para salir de casa al amanecer y en la oscuridad? Seguramente una fuerza interior capaz de mover a alguien hacia una experiencia concreta. El profundo sentimiento de amor, fidelidad y entrega de María Magdalena a Jesús la condujo al sepulcro y este sentimiento se convirtió en la fuente de la verdadera vida. La piedra que cubría el sepulcro de Jesús fue removida, el poder de la maldad del hombre es incapaz de contener la fuerza del misterio divino. Sin saber lo que ocurría,

 

María Magdalena se cayó en la más profunda tristeza y desesperación, pero sus lágrimas y perplejidad dieron paso a la alegría exultante del encuentro con el Señor resucitado; la discípula vio al Maestro y en esta relación, que representa el amor del discipulado con la fuerza de la vida en Dios, Cristo es inmortal. En el amor y la esperanza expresados en la persona de María Magdalena, podemos contemplar el encuentro con Cristo resucitado en nuestra realidad.

A partir del significado del sepulcro vacío, de la piedra removida y del diálogo entre María Magdalena y Cristo Resucitado, comprendemos la naturaleza de la misión cristiana. Ver al Señor es, al mismo tiempo, acoger con entusiasmo la invitación al discipulado, fieles al evangelio enviados a una vida entregada a Jesucristo.

 

Todo este contexto de oración y reflexión en torno a María Magdalena se resume en el encuentro con el Señor Resucitado en el que ella ve al Señor y él la envía como misionera de la gran noticia de la resurrección, ella ha sido investida de función apostólica por el propio Jesús. Es más, ella fue la primera en experimentar la resurrección, aunque Pablo y Lucas afirman que esta primacía es de Pedro; que el Resucitado se apareció primero a Cefas (Lc 24, 34; Hch 2, 23; 1 Cor 15, 5) y que éste sería uno de los fundamentos de su primacía, los cuatro evangelios afirman que Jesús se apareció primero a María Magdalena (Mc 16, 1-8; Mt 28, 1-10; Lc 24, 1-10; Jn 20, 11-8). Así, podemos definirla también como “apóstola”.  

Padre Marcelo Oliveira, SVD – Nicaragua
21 de julio 2024

Domingo XVI del Tiempo Ordinario – Marcos 6, 30-34

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“JESÚS VIO UNA GRAN MUCHEDUMBRE Y SE COMPADECIÓ DE ELLA, PORQUE ERAN COMO OVEJAS SIN PASTOR”

Siguiendo nuestro camino de fe y amor a Jesucristo a través de las celebraciones del Ciclo B en este año litúrgico de 2024, la Iglesia nos presenta para este decimosexto domingo ordinario el regreso de los discípulos de Jesús de la misión que el Señor les encomendó.

El domingo pasado reflexionábamos sobre el envío de los discípulos a una labor misionera. Y hoy, en ese mismo contexto, se nos invita a contemplar y rezar sobre el regreso de los discípulos de la misión a la que Jesús los envió. Escuchando a sus discípulos compartir sobre el trabajo hecho, Jesús muestra su sensibilidad humana, expresando el amor, afecto y cuidado, invitándoles a retirarse a un lugar tranquilo para que puedan descansar. 

En nuestro día a día de trabajo y obligaciones de la vida, el descanso es importante y fundamental para reponer energías, cuidar nuestra salud, pensar y repensar nuestro pasado y presente y planificar nuestro futuro. En el evangelio presentado, además de la invitación de Jesús, es necesario destacar también la razón por la que el Señor les pidió que salieran solos a un lugar de descanso. Precisamente porque, como dice el mensaje, los discípulos ni siquiera tenían tiempo para comer.

 

La falta de tiempo es una realidad en el mundo de hoy, especialmente en los centros urbanos, mucha gente no tiene tiempo para comer, dormir, pasar con sus familias o divertirse, y esto ha afectado enormemente al sentido de la vida de las personas. La conciencia de Jesús de la necesidad de descanso de los discípulos se refleja también en cada uno de nosotros.

Como muchos saben, los retiros espirituales son esenciales en la vida cristiana. En un retiro, además del descanso físico, podemos tener una experiencia con Dios a través del encuentro con Cristo en la oración y el silencio. Que la liturgia de la palabra de este domingo nos ayude a dedicar tiempo a Jesús y a retirarnos con él y experimentar la profundidad del amor y la compasión de Dios que nos trae paz, esperanza y comunión.

 

Toda persona tiene necesidad de paz, de acogida, de contemplar un horizonte que le haga comprender el sentido de su existencia, y esto es lo que la muchedumbre vio en el Señor y en sus discípulos. Esa muchedumbre, desorientada como ovejas sin pastor, sin conocer el camino de la verdadera realización, lejos de la verdad de Dios, encuentra en Cristo el valor y la luz de la vida. Jesús se compadece de todos aquellos que, aun perdidos en el camino de la historia, buscan el amor, la justicia y desean la paz, y por eso quieren promover el Reino, alimentados por la fuerza transmitida por el Señor. 

La primera lectura sigue la misma línea del evangelio, donde una profecía de Jeremías (23, 1-6) expresa su rechazo a los reyes de Judá que se comportaban como falsos pastores y no tenían ningún compromiso con el pueblo. En cambio, el salmista expresa su esperanza en Dios, diciendo: “El Señor es mi pastor y nada me falta” (Sl.22).

 

La segunda lectura de la carta a los Efesios (2, 13-18) se reconoce que Cristo destruye todo lo que trae división y enemistad, y en Él encontramos la paz. Comencemos esta semana animados por el deseo de estar con Cristo, de descansar con Él y de renovar nuestro compromiso de discípulos para proclamar a Jesús como nuestro pastor que se compadece de nuestros dolores e incertidumbres y nos invita a disfrutar de la tranquilidad de estar con Él. 

Padre Marcelo Oliveira, SVD – Nicaragua
14 de julio 2024

Domingo XV del Tiempo Ordinario – Marcos 6, 7-13

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“Llamó Jesús a los doce y los envió de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos” 

El llamado y el envío de Jesús a sus discípulos se define como una entrega de total amor a la misión de formación del Reino de Dios. Esta acción de Jesús de llamar y enviar a los discípulos al trabajo misionero es presentado en los evangelios de Marcos (6, 7-13) y Mateo (10, 5-15).

 

Al celebrar el decimoquinto domingo ordinario de este año la liturgia de la Iglesia propone que reflexionamos nuestra vida de fe a partir de la escucha del llamado de Jesús a los discípulos relatado en el mensaje de Marcos para que confiando en Dios cumplamos el servicio de promover la autoridad de Cristo a todos. Esa autoridad no se basa en un poder del mundo constituido por la política, por la violencia, por la dominación o por alguna otra forma de poder del mundo. 

La autoridad de Cristo se basa en un poder divino que se constituye por el compromiso de amor de hacer todos vivir y promover la paz, la fraternidad y la justicia. El evangelio de Marcos en muchos aspectos nos presenta un lenguaje primitivo del pueblo judío, en el mensaje de hoy tenemos el término “espíritus inmundos” que era utilizado como referencia a demonio.

 

En el tiempo del exilio babilónico demonio pasó a ser un término que comprendía una persona enferma del cuerpo o de la mente. El poder que los discípulos tienen en nombre de Cristo es un poder purificador de los males que afectan la existencia humana que consecuentemente puede presentar a toda persona. 

Podemos acoger el hecho de Jesús orientar a sus discípulos a llevar por el camino nada más que un bastón y  andar de sandalias como una forma de entender que quien sigue a Cristo no debe estar condicionado y ni ser controlado por las imposiciones de bien estar en el mundo. Lo que debe condicionar y valorar la vida del discípulo cristiano es el compromiso amoroso de servir a los demás en la misión transmitida por Jesús para la conversión a la verdad de Dios.

 

La primera lectura destaca la fidelidad al Señor del profeta Amós que siendo verdadero en su compromiso con Dios hizo que sus profecías confrontasen al Rey Jeroboam haciendo que por orden de Amasias se refugiase en Judá (Am 7, 12-15).

 

En el salmo encontramos la bellísima mensaje sobre la nación que busca al Señor, que además de vivir en paz contempla la misericordia, la fidelidad y la justicia de Dios (Sl 84).

 

En la segunda lectura encontramos un mensaje que nos provoca a reflexionar sobre los efectos de la palabra de Dios en nuestra vida que nos lleva a la sabiduría y prudencia en la unidad con Cristo (Ef. 1, 3-14). 

El envío de los discípulos en dos en dos indica a nosotros que la misión cristiana no se hace individualmente pero en una vida de comunión de hermanos unidos por el reconocimiento de que en Jesús seguimos la verdad divina, el hecho de sacudir el polvo de los pies al salir de un lugar en que los discípulos no son recibidos o no los son escuchados nos traen un significado de evitar la contaminación de los que niegan la paz y la comunión fraterna de respeto, acogimiento y caridad.

 

Que todos los que profesan la fe en Dios tengan una vida de discipulado constante a Jesús y fieles a sus palabras prediquen la conversión al evangelio liberador y sanador de los demonios y enfermedades presentes en la humanidad. 

Padre Marcelo Oliveira, SVD – Nicaragua
07 de julio 2024

Domingo XIV del Tiempo Ordinario – Marcos 6, 1-6

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¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María...?”

La Iglesia abre en este domingo la decimocuarta semana del camino litúrgico de este año presentándonos el comienzo del capítulo seis del evangelio de Marcos, que nos narra el regreso de Jesús a su ciudad de origen, Nazaret. Es importante señalar que los discípulos le acompañaban, lo que nos muestra fidelidad y compromiso al servicio del Señor.

 

Como Jesús era un judío que practicaba la religión de su pueblo, fue como de costumbre a la sinagoga en el día de sábado y comenzó a enseñar a la gente, despertando la admiración y la atención de muchos. Algunos de ellos se escandalizaban de todo lo que Jesús decía, enseñaba y hacía con ellos.

 

Las preguntas históricas personales que se hacían sobre Jesús revelan que no comprendían la naturaleza divina presente en Cristo. No podemos definir a Jesús como un ser humano como los demás, esto nos impide comprender en profundidad quién es verdaderamente Cristo y por qué le llamamos nuestro Señor. 

Hay que entender a Jesús como aquel que revela al mundo el amor y la misericordia de Dios precisamente a través de todo lo que enseña y practica. Si no miramos a Jesús con ojos de fe, no seremos capaces de identificar el poder de Dios presente en él, porque es a través de la fe que alimentamos nuestra esperanza en una vida de paz.

 

Las personas que presenciaron las acciones de Jesús en la Sinagoga de Nazaret no lo reconocieron como alguien que manifestaba el poder divino. Debido a esta falta de reconocimiento, el propio mensaje dice que el Señor no pudo realizar muchos milagros allí, sino que sólo sanó a unas pocas personas imponiéndoles las manos. El toque sanador de las manos del Señor es liberador porque nos hace sentir la bondad de Dios que sólo encontramos en Cristo.

La liturgia de la palabra de este domingo es muy clara sobre los desafíos en la vida de los que aman a Dios y quieren seguir la luz de Jesús. La primera lectura nos presenta la misión profética de Ezequiel, con la difícil tarea de anunciar el Reino a un pueblo rebelde, desobediente, airado e indiferente a Dios. Sin embargo, aunque el pueblo no escuche al profeta, debe haber alguien entre ellos que proclamaba la Palabra de salvación (Ez. 2, 2-5).

 

El salmo, como ya hemos dicho, nos invita a mirar al Señor, si por casualidad nos sentimos sin esperanza, lejos de la paz y la alegría, miremos a Dios, que está en lo alto de los cielos, para que nos conceda la fuerza y la valentía que la vida nos exige (Sal. 122).

 

En la segunda lectura, el apóstol Pablo dice que, para evitar su orgullo humano en medio de la grandeza de las revelaciones que le fueron pasadas, le fue dada una "espina en la carne". En esta condición, que simboliza el sufrimiento, Pablo expresa que en su súplica a Dios le fue dicho: "Bástame mi gracia, pues en la debilidad se manifiesta la fuerza" (2Cor. 12, 7-10) es en la miseria humana, en la exaltación de nuestra debilidad que la fuerza divina de Cristo se manifiesta en nuestras vidas.

 

El Evangelio concluye diciendo que Jesús recorría las aldeas enseñando, así que, como discípulos de Jesús, sigamos nuestra vida de fe y misión viviendo el evangelio del amor, la alegría y la paz. 

Padre Marcelo Oliveira, SVD – Nicaragua
30 de junio 2024

Domingo XIII del Tiempo Ordinario – Marcos 5, 21-43

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“Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud” 

El Evangelio de este decimotercer domingo del tiempo ordinario nos invita a reflexionar sobre nuestra cercanía a Cristo, la mujer con hemorragias y la joven moribunda recuperan la vida en su encuentro con Jesús. De nuevo tenemos un relato de Jesús en pleno ejercicio misionero en otra orilla del lago de Galilea.

 

Lo primero que hay que destacar de este mensaje es el hecho de que quien buscó a Jesús, clamando al Señor por la curación de su hija, era un jefe de sinagoga llamado Jairo, una persona religiosa que adoraba a Dios porque dirigía una sinagoga. Este hombre, a pesar de su vida espiritual y de su comprensión de Dios, reconoció en Jesús la fuerza que necesitaba su hija y suplicó al Señor que la tocara con sus manos para que sanara.

 

La otra persona es la mujer que sufría una hemorragia desde hacía doce años, y que no sólo no podía curarse con tratamiento humano, sino que además era considerada religiosamente impura y por tanto, excluida de la sociedad.

 

La búsqueda de Jesús tanto por el jefe de la sinagoga como por la mujer de la hemorragia nos indica la perseverancia en la fe a través de la certeza de que en Cristo está el poder sanador y restaurador de la vida para todos aquellos que están dominados por situaciones de muerte y falta de dignidad humana. 

La primera lectura nos muestra un pasaje del comienzo del libro de la Sabiduría que alimenta nuestra esperanza mediante la enseñanza de que Dios creó al hombre para una vida verdadera y digna porque la criatura divina es sana sin contaminación mortal (Sab 1, 13-15; 2, 23-24).

 

El salmo evoca la bondad del Señor, nuestro Dios, a través de la súplica penitencial de quienes claman misericordia sabiendo que la ira del Señor es insignificante comparada con su amor infinito (Sal. 29).

 

En su segunda carta a los Corintios, Pablo insiste en la necesidad de que quienes sirven a Cristo tengan un corazón generoso unos con los otros, porque la pobreza material de Jesús enriquece a las personas con dones divinos que conducen a la fraternidad, la paz y la justicia (2Cor. 8, 7.9.13-15).

 

Que la palabra de Dios que se nos transmite en la liturgia de este domingo nos haga vivir una vida cercana a Jesús, tocar a una persona indica el deseo de estar cerca de ella, la mujer con hemorragia quiso tocar el manto de Cristo, el jefe de la sinagoga quiso que Jesús tocara a su hija y al hacerlo ambas sanaron. Que purifiquemos nuestra naturaleza humana y sanemos nuestro interior de todo mal mediante la unidad con nuestro Señor Jesucristo.  

Padre Marcelo Oliveira, SVD – Nicaragua
29 de junio 2024

Solemnidad de San Pedro y San Pablo -  Mateo 16, 13-19   

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"Y ustedes, ¿quién decís que soy yo?"

Hoy celebramos la solemnidad en honor de los apóstoles Pedro y Pablo, considerados los pilares de la misión universal de la Iglesia. La historia nos dice que estos dos hombres ejercieron un importante liderazgo entre los apóstoles, lo cual es motivo para alimentar nuestra vida de fe y esperanza como verdaderos seguidores de Cristo, discípulos y misioneros en un mundo herido que necesita expandir la promoción del amor y la paz a través de la comunión con Dios.

 

En Pedro y Pablo encontramos dos referencias fundamentales a la naturaleza de la vida cristiana: reconocer quién es Jesús y el significado de la conversión a Él. Pedro profesó que Jesús es el Mesías, el Hijo del Dios vivo; Pablo se convirtió de perseguidor de Cristo al mayor proclamador del Evangelio.

 

La misión del cristiano va mucho más allá de confiar y esperar en la gracia divina que nos da aliento y fuerza ante los desafíos de la vida. El verdadero cristiano acoge el Evangelio de Jesús, haciéndolo la ley de su existencia, como hizo el apóstol Pablo, que siendo fiel a la ley judía reconoció que el amor de Cristo es la ley más grande de todas. 

El pueblo de Israel esperaba al Mesías, el ungido de Dios que vendría al mundo para la salvación de la humanidad. En un momento dado, Jesús preguntó a sus discípulos: "Y ustedes, ¿quién decís que soy yo?" (Mt. 16, 15) Pedro, movido por el Espíritu Santo, respondió que él era el Mesías esperado por el pueblo.

 

El reconocimiento que Cristo es la revelación de Dios es la roca sobre la que estamos edificados como Iglesia, lo que para nosotros establece la primacía de Pedro como portador de las llaves del reino de los cielos. El mayor don que podemos poseer en nuestra vida es el amor divino de Cristo, dice Pablo con extrema grandeza: "Podría tener todos los dones del mundo, pero sin amor no sería nada" (1Cor. 13, 2).

 

La primera lectura (He. 12, 1-11) nos presenta que la comunidad cristiana, representada por Pedro, tiene como misión dar testimonio de la fe en Jesucristo y en su plan de salvación. En esta misma línea, el salmo (Sal. 33) evoca nuestra fidelidad al Señor en medio de las circunstancias de la vida, porque Dios nos libra de todos los temores.

 

En la segunda lectura (2Tim. 4, 6-8; 17-18) el autor sagrado que escribe esta carta a Timoteo se refiere a Pablo como una persona que se ha dejado transformar totalmente por el amor de Jesucristo y su Evangelio. Como pueblo santo de Dios que forma una Iglesia misionera que tiene en el testimonio de los apóstoles Pedro y Pablo los pilares de su edificación, vivamos y promovamos el amor de Cristo como sentido de la única y verdadera ley de nuestra historia. 

Padre Marcelo Oliveira, SVD – Nicaragua
24 de junio 2024

Solemnidad de la Natividad de Juan Bautista 
Lucas 1,57-66.80

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“¿Qué va a ser este niño?”

La Iglesia celebra hoy solemnemente la natividad de San Juan Bautista, precursor de Jesucristo que preparó los corazones de los hombres para recibir el mayor misterio presentado al mundo, que es la revelación de Dios en la persona de Jesús. Esta celebración es un momento significativo para profundizar y reflexionar sobre nuestra misión como cristianos en el mundo.

 

Juan Bautista surgió entre la humanidad e hizo de su historia el ejemplo máximo de la realización misionera de quienes reconocen que la vida debe ser confiada totalmente a Dios a través del ejercicio de conducir a las personas a la inserción en los misterios divinos.

 

La liturgia de la Iglesia presenta para esta solemnidad un relato del primer capítulo del evangelio de Lucas donde Isabel y Zacarías siguieron la costumbre del pueblo judío en la que recomendaba que al octavo día del nacimiento los padres circuncidaran a su hijo y al mismo tiempo hicieron el registro personal.

Isabel y Zacarías causaron asombro cuando anunciaron el nombre del niño como Juan Bautista, ignorando las normas comunes de las familias judías de que el primer hijo debería llevar el nombre de su padre. Isabel y Zacarías, siendo de avanzada edad, sabían que el niño que habían creado era portador de un misterio de Dios, por eso le pusieron el nombre de Juan, que en hebreo se expresa como 'Jehová', lo que indica que es un persona agraciada que se comprende que Dios es misericordia.

 

El nacimiento de Juan Bautista inicia la ruptura de las tradiciones religiosas de la antigua alianza, trayendo la luz de la esperanza en el cumplimiento de las profecías que anunciaban la futura revelación de Dios para la liberación de la humanidad, así tenemos el sentido de la clasificación de Juan Bautista como el más grande de todos los profetas. 

En la primera lectura tenemos la profecía del segundo libro de Isaías en la que dice: “Yo os haré luz de las naciones, para que mi salvación llegue hasta los confines de la tierra” (Is.49,1-6) este mensaje nos pone en línea directa con la vida de Juan Bautista quien su testimonio se convirtió en luz para el pueblo de Israel.

 

El salmo nos trae la hermosa súplica de quien reconoce que Dios está en lo más íntimo de nuestro ser porque nos sondea y nos conoce (Sal.138). La segunda lectura nos trae el famoso mensaje que resume la misión de Juan Bautista en el mundo, que a través de su bautismo de conversión todos puedan estar preparados para acoger al Salvador Jesucristo. Juan, quien a pesar de ser aclamado por muchos, les declaró que no era digno ni siquiera de desatar las sandalias del que vendría después de él (Hechos13,22-26).

 

Que la celebración de la Natividad de Juan Bautista fortalezca en nosotros la esperanza de ver un mundo convertido al amor de Cristo y que tengamos un compromiso renovado de proclamar y testimoniar a Jesús como el Dios verdadero.              

Padre Marcelo Oliveira, SVD – Nicaragua
23 de junio 2024

Domingo XII del Tiempo Ordinario
Marcos 4, 35-41

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“¡Vamos a la otra orilla!”

Jesús, después de hablar a sus discípulos en dos parábolas sobre la formación del Reino de Dios, los invita a un desafío misionero de ir al otro lado del Mar de Galilea, una región de pueblos no judíos y paganos. Ciertamente los discípulos tenían temor de ir a un lugar donde la gente no expresaba fe ni practicaba religión, además tuvieron problemas durante la travesía, un fuerte viento arrojaba las olas contra ellos en la barca.

 

Podemos entender esta realidad de preocupación y miedo de los discípulos como una consecuencia que surge en la vida de quienes se someten a las palabras y a la misión de Jesús por la aceptación y la fidelidad. El anuncio y promoción del evangelio de Cristo nos pone en confrontación con el mundo, el momento actual en el que hay una fuerte negación y distorsión de la Palabra de Dios, de la persona de Jesús mismo, incluso del pontificado del Papa Francisco así lo revela a nosotros.

 

A través de las enseñanzas de Jesús tenemos esperanza y fe en la gracia de Dios que nos anima a seguir el camino de la vida con entusiasmo y alegría sabiendo que Dios, una vez revelado a la humanidad en la persona de Jesucristo está presente en nuestra historia.

 

El hecho de que Jesús calma el viento y el mar y luego reprende a sus discípulos interrogándoles sobre su fe nos indica que caminar con Cristo es caminar con Dios y sentir su fuerza, luz y protección. La primera lectura, del libro de Job, relata el drama humano y sus sufrimientos, el mensaje nos ayuda a reflexionar sobre la finitud y pequeñez del ser humano, que no siempre puede comprender la lógica de los planes divinos.

 

Sin embargo, Dios cuida constantemente la obra de la creación.(Job38,1.8-11) La oración del Salmo nos anima a confiar siempre en la bondad del Señor dando gracias porque sabemos que su misericordia es eterna(Sl106). En la segunda lectura, Pablo reflexiona sobre las motivaciones y principios que guían su actividad apostólica. Comparte con la comunidad de Corinto su experiencia del amor de Cristo(2Cor.5,14-17).

 

Por tanto, nuestra misión tiene como único objetivo dar a conocer este amor. Que sepamos vivir para Cristo y especialmente con Cristo para que nuestra vida sea para Dios, que los diversos caminos que la vida nos impone los realicemos junto a Jesús, para que con sabiduría y protegidos de todo mal venzamos los vientos contrarios que agitan las olas del mar de nuestra existencia.

Padre Marcelo Oliveira, SVD – Nicaragua
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