Hno. Guy Mazola, SVD (GEN)
En la exhortación apostólica Vita Consecrata, el Papa Juan Pablo II dijo: «Siguiendo las enseñanzas del Concilio Vaticano II, el Sínodo ha expresado su gran estima por el tipo de vida consagrada en el cual los Hermanos religiosos proporcionan valiosos servicios de diversa índole, dentro o fuera de la comunidad, participando de esta manera en la misión de anunciar el Evangelio y dar testimonio de él con caridad en la vida cotidiana.» (# 60) A pesar de este reconocimiento de la Iglesia sobre el papel de los Hermanos religiosos, hay muchos que tienen todavía una idea vaga sobre la Vocación del Hermano.
¿Por qué elegì ser Hermano? Esta es una pregunta que me han hecho muchas veces de una u otra forma. Hoy en dia, probablemente no haya ningún Hermano religioso al que no se le haya hecho la pregunta de por qué eligió ser Hermano en lugar de sacerdote. En general, la vida del Hermano religioso todvía no se valora ni se entiende, a pesar de los muchos escritos sobre la promoción de la vocación de los Hermanos religiosos en la Iglesia y en la Congregación. De hecho, a la vocación del Hermano y a su ministerio se les ha dado la debida importancia y ha conseguido un mayor impulso en hacer de los Hermanos ministros de Cristo más relevantes en el mundo de hoy. Nuestra Congregaciòn ha estudiado la situación de los Hermanos organizando dos Asambleas Generales sobre la Vocación de los Hermanos en 1994 y 2009.
Este artículo representa un intento nuevo intento de concientización sobre el papel de los Hermanos en la Iglesia y en el mundo contemporáneo de hoy. Aquí, como religiosos laicos, queremos expresar nuestra alegría por seguir a Cristo, enfatizando nuestra confianza ilimitada e inquebrantable en el Señor y tratar de responder mejor a los desafíos de la misión en nuestro mundo actual.
Papel de los Hermanos religiosos en la Iglesia
Los Hermanos religiosos comparten con todos los cristianos la dignidad común del bautismo, por el cual la persona está unida a Cristo y llamada a la santidad y a la misión de la Iglesia. A través del bautismo cada cristiano se convierte en hijo de Dios y entra en una relación especial con Dios como Padre. Aquí es donde los Hermanos religiosos encuentran su identidad. Al profesar públicamente sus votos, que gozosamente los libera para vivir para Dios y sirviendo a las necesidades materiales, educativas y espirituales de toda la Iglesia, el Hermano religioso se convierte en un hermano para todos, de una manera especial, como persona consagrada. Por lo tanto, todo lo hacen en el nombre de Cristo, es decir, sus actividades fluyen de su identidad. Así, la esencia de su consagración no se basa en lo que hacen, sino en por qué lo hacen.
El Papa Juan Pablo II, en Vita Consecrata, dijo: «Consideramos que el término «Hermano» encierra una rica espiritualidad. Estos religiosos están llamados a ser hermanos de Cristo, profundamente unidos con él, el primogénito de muchos hermanos (Rom 8:29); Hermanos entre sí, en el amor mutuo y la cooperación en la Iglesia en el mismo servicio de lo que es bueno; Hermanos de todo ser humano, en su testimonio del amor de Cristo para todos, especialmente hacia los más pequeños, hacia los más necesitados; Hermanos para una mayor fraternidad en la Iglesia.» (# 60)
Estas palabras del Papa Juan Pablo II resumen así la explicación que se puede dar para subrayar el papel de los Hermanos en la Iglesia: Ser un signo de la presencia del Reino y de los valores que trascienden todas las cosas efímeras, una expresión de comunión en Cristo.
La Vocación de los Hermano debe acercarlos a las personas cuando se sienten más alejados de Dios. Ellos testimonian que el compromiso con el Reino implica también el esfuerzo por construir, aquí y ahora, un mundo más humano y servicial, y que el amor de Cristo conlleva el amor a la humanidad, especialmente a los más débiles y necesitados. Esta debería ser la alegría de ser HERMANOS para los otros, como el Papa Francisco declaró durante el encuentro de Hermanos religiosos y Hermanas en Corea del Sur: «La firme convicción de ser amado por Dios está en el centro de su vocación: ser para otros un signo tangible de la presencia del Reino de Dios, un anticipo de las alegrías eternas del cielo. Aunque esta alegría se manifiesta de manera diferente en diferentes situaciones, siempre perdura a pesar de las dificultades, porque tiene sus raíces en el misterio de la misericordia del Padre revelado en el sacrificio de Cristo en la cruz.»[1]
Al ser Hermanos, nos regocijamos en la existencia misma de las personas, con todos sus intentos de búsqueda de vida y amor, sean cuales sean. La Iglesia debe ser un medio especial para que las personas descubran que Dios se complace en ellas. Y esto tiene que ver con el ministerio de los Hermanos.
Desafíos
Como se mencionó anteriormente, aunque el Vaticano II introdujo muchos cambios con respecto a la vocación laical en la Iglesia, la implementación de estos cambios es todavía muy lenta. Es lamentable darse cuenta de que las «autoridades competentes de la Iglesia, incluso en los más altos niveles, todavía están luchando para entender la identidad y el papel del Hermano en la Iglesia de hoy»[2] Cuando las mismas autoridades no tienen una visión clara, eso afecta al conjunto de los Hermanos. Todo esto hace que nos ocupemos constantemente con las autoridades pertinentes y construyamos positivamente nuestra imagen e identidad en la vida de la Iglesia.
El intento de reafirmar el papel del Hermano en la misión significa efectivamente el servicio a las personas, siendo siervos en la Iglesia, pero este papel de siervos también puede institucionalizarse si es necesario. «Más allá del esfuerzo, cada Hermano debe esforzarse para aclararse a sí mismo lo que significa hoy SER un Hermano y dar forma a un sentido renovado de la misión, basado en una identidad renovada. Aquí existe la necesidad de un esfuerzo corporativo entre todos los Hermanos para invitar, apoyar y ayudar a poner en práctica»[3] una nueva orientación en la Iglesia. La identidad es importante, la vocación del Hermano da identidad, la Misión del Hermano da autenticidad a esta identidad y vivir la vida misionera como líder servidor reafirmando el propio rol, es un gran desafío para todos nosotros.
La historia muestra claramente el desafío al que se enfrentan los Hermanos religiosos laicos en lo referente a sus funciones y responsabilidades. Muy a menudo, los Hermanos sienten la falta de plena participación y colaboración activa, especialmente en la toma de decisiones. El Papa Francisco en Evangelii Gaudium dice: «… Al mismo tiempo, una clara conciencia de esta responsabilidad de los laicos, basada en su bautismo y confirmación, no aparece en la misma forma en todos los lugares. En algunos casos, se debe a que los laicos no han recibido la formación necesaria para asumir responsabilidades importantes. En otros, se debe a que en sus Iglesias particulares no se les ha dado espacio para que hablen y actúen, debido a un excesivo clericalismo que los mantiene alejados de la toma de decisiones.» (# 102) Estas palabras del papa Francisco deberían cuestionar a la Iglesia para trabajar contra la cultura de un clericalismo «excesivo». El Pensamiento clerical contribuye a la pasividad y a la falta de participación de muchos religiosos laicos.
La disminución del número de los Hermanos es, de hecho, un reto también. En los últimos años, ha habido una disminución considerable en el número de Hermanos laicos en la Iglesia, especialmente en las congregaciones mixtas, y su número sigue decreciendo todavía. Algunos han comenzado a ser pesimistas y pensar que esta vocación esta llamada a desaparecer finalmente. Esto puede proceder de pensar de la manera tradicional sobre los Hermanos laicos y las principales motivaciones en el pasado para abrazar esta vocación. Esto llevó a centrarse en la perspectiva de los principales servicios que antes realizaban y que ahora también pueden realizar los seglares no religiosos. Eso puede ser cierto, pero en lugar de fijar nuestra atención en las estadísticas y los números decrecientes, deberíamos responder a las necesidades urgentes o desafíos del mundo de hoy.
Uno de los desafíos más urgentes que afrontamos hoy es construir un futuro para la vida religiosa, que conlleva a soñar, asumir riesgos y estar dispuestos a cambiar para que esta forma de vida pueda seguir siendo la levadura dentro de la Iglesia y la sociedad civil. Como Hermanos esto es lo que todos deseamos y lo que nos motiva a buscar nuevos caminos, especialmente los que nos llevan a descubrir nuestra relevancia. Como miembro de los Misioneros del Verbo Divino, he visto a mis compañeros Hermanos en su camino para descubrir una vez más «su relevancia». La relevancia adquiere sentido cuando estamos llenos de alegría y vivimos nuestra vida consagrada totalmente en el mundo contemporáneo.
La alegría de ser Hermanos hoy en la SVD
Mirando hacia atrás
San Arnoldo Janssen vio la necesidad de los Hermanos poco después de fundar la Congregación. El religioso laico siempre fue parte del establecimiento de nuestra Congregación. De hecho, los primeros religiosos en la SVD fueron los Hermanos; Ellos fueron los primeros en hacer los votos. Históricamente, los Hermanos SVD ayudaron mucho a que la Congregación fuese autosuficiente financieramente y en el cuidado de las infraestructuras. La mayoría de nuestros Hermanos hacían los trabajos prácticos, necesarios para mantener a las comunidades y las instituciones de la Congregación, como porteros, cocineros, sacristanes, etc. Otros llegaron a la Congregación con habilidades especiales como la ingeniería, la arquitectura, la carpintería, la medicina, la mecánica, y así sucesivamente. Su esfuerzo, su trabajo, su compasión, su caridad, su obediencia, los llevó a estar disponibles para todo tipo de servicios en la humildad y la discreción. Dedicaban sus propias capacidades al servicio de Dios y la obra de la Congregación. Se esperaba de ellos que difundieran la fe a través de su interacción con la gente y a través del intercambio espiritual. La vocación de Hermano permitió a hombres de todos los ámbitos de la vida y diferentes tipos de educación contribuir a la misión de la Congregación y servir a la Iglesia.
Se consideraba a los Hermanos, sobre todo, «como la columna vertebral de la vida religiosa, debido a su estilo de vida integral que era inspirador para los demás, en particular, para nuestros novicios y seminaristas. Eran modelos principales de oración y de diligencia en el trabajo»[4] Desafortunadamente, en aquellos momentos, los Hermanos eran considerados sólo como hombres de oración con funciones de apoyo y papeles secundarios en la misión. La diferencia entre ser Hermano y ser sacerdote era algo que se enfatizaba fuertemente.
El Concilio Vaticano II dio un paso mas adelante. Se presentó una nueva comprensión de la Iglesia como Pueblo de Dios (cf. LG 9). Como resultado, el Concilio destacó la importancia de los laicos.
Viendo en retrospectiva, muchas cosas han cambiado en la Iglesia y también en nuestra Congregación. «Desde la primera Asamblea de los Hermanos de 1994 se ha desarrollado una bastante buena relación entre Hermanos y clérigos en las diferentes comunidades de la Congregación. Los Hermanos pueden expresar sus opiniones libremente y algunos han sido nombrados para puestos de liderazgo en los últimos años.»[5]
Hermanos SVD en el Mundo Contemporáneo
Hoy somos más conscientes de nuestra común vocación religiosa y misionera SVD. Vivimos en comunidades fraternas porque todos somos religiosos. Todos los miembros, Hermanos y sacerdotes, son igualmente misioneros, participando plenamente en la tarea de la misión de la Congregación. «Como misioneros religiosos del Verbo Divino, también nosotros estamos llamados a mostrar radicalmente a Cristo anunciando el Reino de Dios a las multitudes (LG 46). Esta apreciación renovada de nuestra vocación religiosa ha ayudado a los Hermanos SVD a ver la importancia de su posición en el servicio misionero de la Congregación.»[6]
El contexto misionero en el que vivimos ya no es el mismo, pero el Señor es el mismo. Las necesidades y expectativas de nuestros contemporáneos ya no son las mismas, pero la buena noticia es todavía el Evangelio. El trabajo ya no es el mismo; Los medios de comunicación han cambiado, la gestión económica ha evolucionado, y sin embargo, el sufrimiento se sigue padeciendo, la miseria sigue siendo la miseria, la ansiedad sigue siendo ansiedad, el pecado sigue siendo pecado, etc.
La Constitución # 102 nos recuerda que: «Como miembros de la Sociedad del Verbo Divino, consideramos que es nuestro deber proclamar la palabra de Dios a todos, para formar nuevas comunidades dentro del pueblo de Dios, para fomentar su crecimiento y para promover la comunión entre ellas, así como con toda la iglesia». Leyendo esta constitución atentamente, podemos decir que los Hermanos SVD están llamados a traducir este llamado a la realidad por su profesión, que requiere una cierta pericia, participando en la actividad apostólica principal de la Congregación. Los Hermanos, junto con los sacerdotes, han puesto el Evangelio en acción.
«A través de sus servicios variados y de su testimonio del Evangelio, los Hermanos comparten la misión de Cristo de renovar todas las cosas», dice la Constitución # 515. Servir en las necesidades materiales, espirituales, educativas y emocionales de los demás – no importa lo grande o pequeña – es la tarea de todo cristiano, pero hacerlo en la persona de Cristo y hacer estas cosas con gran amor y atención, debe ser el papel de los religiosos consagrados y especialmente de los Hermanos.
En este contexto se podría reconocer que incluso las acciones más simples hechas en Cristo poseen gran influencia y significado. Por lo tanto, la jardinería, la acogida a la gente en la recepción de una comunidad, el cuidado de la cocina, etc., santifican no sólo a las personas a las que se sirve, sino también a la persona que está sirviendo. Con este entendimiento, todas las acciones de los Hermanos en la Congregación, se convierten en parte del plan de salvación de Dios. El ser y trabajar con y para otras personas, sea cual sea la tarea, trata de hacer una diferencia en la vida de las personas. Por la vida que llevan dedicados a la oración, el celibato, la fe y el servicio gozoso a las necesidades de los demás, se convierten en constructores de puentes, animadores, educadores, portadores de la antorcha, agentes de cambio, etc., Los Hermanos resplandecen por su ejemplo, con el espíritu y la presencia de Cristo.
«Despertar al Mundo»: Grandeza de la vida consagrada
El Papa Francisco ha elegido «Despertar al mundo» como tema para el Año de la Vida Consagrada. Este tema recurrente llama a las mujeres y los hombres consagrados de la Iglesia a «despertar al mundo» con sus carismas, es decir, las formas particulares en que Dios los ha llamado a vivir la vida consagrada. Para nosotros que hemos hecho esta elección, es una oportunidad para dejarnos revivir de nuevo por el Espíritu de Dios, para volver a sumergirnos en nuestras fuentes, en nuestro propio carisma y redescubrir su riqueza, para releer nuestra vida a la luz del Evangelio y de la misión de la Iglesia dada por el Señor, y también para testimoniar ante todo el mundo la alegría de pertenecer a Cristo.
La vida consagrada es una vida de santidad, que busca hacer presente el Evangelio de Jesús. El resultado de esta santidad es la alegría. Como ha dicho el Papa Francisco, la belleza de la vida consagrada es la alegría: «Es la alegría de la frescura, la alegría de seguir a Jesús; la alegría que el Espíritu Santo nos da, no la alegría que nos da el mundo»[7] . Nuestros Hermanos SVD también experimentan esta alegría en su vocación.
Los siguientes testimonios de esta alegría de la riqueza de la vida consagrada son expresadas por nuestros Hermanos:
«Empecé a experimentar mi mayor alegría en mi servicio como misionero religioso cuando me pidieron mis superiores que enseñara en la Escuela Técnica. En mis años en el ministerio de la enseñanza, he descubierto que la enseñanza es una vocación muy tediosa. Es una prueba que casi sobrepasa mi capacidad. Tengo que hacer notas para la clase todos los días, hacer estudios adicionales para estar por delante de mis alumnos, y atender a mis responsabilidades como religioso en la comunidad a la que pertenezco. Pero a pesar de todo esto, estoy muy feliz de ser un maestro en el aula. Algunos de mis antiguos estudiantes tienen ahora altos cargos en las oficinas gubernamentales. Algunos se han convertido en personas muy importantes en el país. Dondequiera que voy me gusta encontrarme con algunos de mis antiguos alumnos. Me gusta oír que a distancia alguien me pregunta: «Señor, ¿cómo está?» Entonces, le pregunto: ‘¿Pero de dónde me conoces? «. Me responden » Señor, usted me enseñó en la Escuela Técnica”. Esto trae una gran alegría a mi corazón.»[8] Hno. Stephen Bonsu (GHA)
«Como formador, me da una gran alegría ver a los Hermanos/Seminaristas avanzar en su vocación. Desde el momento en que comenzaron sus programas de formación, han desarrollado algunos talentos. Pero a medida que pasa el tiempo, puedo verlos desarrollar más sus dones para servir a Dios y a los demás como Misioneros del Verbo Divino … Si veo que los Hermanos/seminaristas están abiertos al crecimiento y a los desafíos para mejorarse a sí mismos, esto es lo que me da alegría. He sido un Hermano en votos durante treinta años, y todavía hago lo mismo para mí: Yo continuamente me desafío a mí mismo, para crecer más en mi vocación como Hermano.»[9] Hno. Mike Decker (USC)
«En mi vida como Hermano misionero en las hermosas tierras de Chiapas, cubiertas con una exuberante vegetación y bosques tropicales, abundantemente regada por los ríos, y habitada por diferentes grupos étnicos de la familia maya, he tenido el privilegio de tejer parte de mi historia de vida , como un huipil de muchos colores, con el pueblo Chol. Parte de mi propia historia y los recuerdos de mi viaje se entretejen con la vida de estas personas. Son hombres y mujeres, que viven de la siembra de maíz en la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas y que buscan alternativas para vivir con dignidad. He vivido mi experiencia en este lugar bajo la guía profética del obispo Samuel Ruiz García, un luchador incansable por los pueblos indígenas y un defensor de las culturas indígenas de Chiapas. Su ejemplo y la generosidad de los laicos comprometidos: Los catequistas y los fieles, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos en Chiapas, me han dado esperanza, fuerza, inspiración, y un lugar en sus corazones para que yo pueda seguir adelante con mi servicio misionero.»[10] Hno. Joaquín Mnich Frank (MEX)
«Como Hermano religioso perteneciente a una congregación misionera, considero que es un reto diario ‘vivir en el mundo, pero no ser del mundo». Teniendo en cuenta el hecho de que el ministerio entre la gente a la que he sido llamado a servir conlleva ser bombardeado a veces por mentalidades materialistas, consumistas, e incluso ateas, me aferro al Señor y a los valores de la caridad cristiana y la formación religiosa que me han moldeado y siguen moldeándome. Cada día para mí es una llamada a la renovación, paso a paso, sin prisa pero sin pausa. Y con la gracia de Dios y mi cooperación con esa gracia, voy a prevalecer.»[11] Hno. Samuel Joseph de Guzmán (PHS)
«Hablar con la gente aquí en la parroquia y en mi campo de trabajo me ha demostrado que nos necesitan – nos necesitan desesperadamente. Los Hermanos religiosos como trabajadores en proyectos sociales se familiarizan con mucha gente, con los pobres y los marginados. Esto ofrece una perspectiva desde un lado totalmente diferente. Los Hermanos pueden testimoniar y probar con su trabajo que aún hoy es posible que muchas personas caminen por la vida en nombre de Dios. Todas ellas son necesarias … incluso hoy en día.»[12] Hno. Stefan Würth (GER)
Los testimonios de nuestros Hermanos son claros signos del amor de Dios, que nos considera a todos hermanos, especialmente a aquellos que están excluidos por una estructura social, a menudo muy lejos de los ideales evangélicos. Esa es la forma en que están «despertando al mundo». Seguir a Cristo en la vida consagrada nos llena de alegría, nos invita a cavar más profundo siempre en nuestra vocación personal o comunitaria, para revisar las experiencias de nuestros votos y actualizarlos en nuestra sociedad cambiante.
Mirando hacia el futuro
La situación del mundo y la búsqueda constante de Dios, que reina en nuestros corazones, nos desafían a ser fieles a la naturaleza de nuestra vocación de personas consagradas, como don del Espíritu a la Iglesia.
Como Hermanos SVD, nuestro desafío es hacer, desde nuestro ser Hermano, una parte esencial de la vida y de la misión SVD, para continuar con la promoción de la nueva comprensión de la vocación del Hermano en nuestro ministerio y en nuestras comunidades de formación, en la Congregación, en las familias, en el Iglesia, en los contextos de la misión; «Para crear conciencia de la importancia de la vocación del Hermano en la vida y misión de la Iglesia y para promover las vocaciones de Hermanos para nuestra Congregación»[13] Estamos llamados a seguir para aclarar la nueva visión y la dirección de la misión SVD como un esfuerzo unificado de Hermanos y sacerdotes.
La importancia de los Hermanos no se limita a su funcionalidad. La vocación de los Hermanos SVD no debe ser evaluada sólo en términos de su función. Es su valor como testigos de Cristo lo que los hace diferentes. Los Hermanos deben estar convencidos de lo que son y de su función o contribución en la Iglesia, no importa lo grande o pequeña que sea.
Hoy, más que nunca, los Hermanos están llamados a ser el alma del carisma en la misión (aunque no exclusivamente), a promoverla y ser fieles a ella. Los Hermanos SVD presentes y futuros tienen un papel más carismático que realizar: Ser religiosos misioneros, felices y entusiasmados en su vocación, llenos de amor por Cristo. De hecho, deben estar motivados por su experiencia de Dios y abiertos al Espíritu, con gusto y disciplina en la oración, tratando de ser contemplativos en la acción. Por último, deben estar abiertos a todas las culturas, identificados con la misión de la Iglesia y con el carisma de la SVD, abiertos y dispuestos a cambiar y para enfrentar nuevos retos, con competencia y humildad.
Observaciones finales
En su mensaje con motivo del Año de la Vida Consagrada, el Papa Francisco dijo: «Espero que cada forma de vida consagrada se pregunte qué es lo que Dios y la gente de hoy están pidiendo de ellos … Durante este año nadie puede sentirse dispensado de examinar seriamente su presencia en la vida de la Iglesia y de responder a las nuevas demandas que se realizan constantemente en nosotros, por el grito de los pobres.»
Nosotros, enfrentados a las realidades actuales del mundo, de nuestra Congregación y de la Iglesia, no podemos sino dar testimonio de nuestra vida como profetas respondiendo constante invitación de Dios para ser maduros espiritualmente, expertos en la contemplación y el discernimiento, así como abiertos a la presencia de lo sagrado en nuestro caminar interior, en la vida de los demás, especialmente de los pobres y marginados.
Que nuestro ser Hermanos religiosos hable directamente de nosotros como hombres de Dios, hombres de oración, hombres para los demás y hombres de acción. Comprometámonos a vivir una vida común y consagrada, por la profesión pública de los votos, para dar testimonio de la presencia de Dios en nuestras vidas y en el mundo. Revelemos nuestra identidad más a través del ejemplo y no de la boca, más haciendo que definiendo. En resumen, relacionémonos y actuemos como Hermanos, sin excluir a nadie. Promovamos y preservemos la dignidad humana y la justicia a través de nuestra postura profética y nuestra experiencia profesional.
Traducido del inglés por Pedro de Dios Martín SVD
[1] CNA/EWTN News, Agosto 16, 2014.
[2] Cf. Philip Armstrong, CSC, Revista para las religiones, En-Feb. 2001, Vol. 60,n°1, p.37
[3] Philip Armstrong, CSC, Revista para las religiones,, pp.37-38.
[4] Analecta SVD-93/E, p. 201.
[5] Analecta SVD-93/E, p. 202.
[6] Analecta SVD-70/1, p. 87.
[7] Papa Francisco Encuentro con seminaristas y novicios, Roma, 6 de Julio de 2013
[8] Boletín Hermanos SVD, Vol. 7, n°3, Septiembre 2014.
[9] Ibid.
[10]Boletín Hermanos SVD, Vol. 7, n°1, Marzo 2014.
[11] Boletín Hermanos SVD, Vol. 7, n°1, Marzo 2014.
[12] Ibid.
[13] Capítulo General SVD -XVII 2012, Orientaciones Congregacionales, #45.